“La mente es como el agua, cuando está calmada
y en paz , puede reflejar la belleza en el mundo. Cuando
está agitada, puede tener el paraíso enfrente y no lo refleja”
David Fischman
Hoy en la primera columna del 2018 decidí compartir parte de una experiencia vivida hace poco mas de un año; que en la distancia del tiempo marco un antes y un después, en la forma en como percibo y vivo la vida.
9/09/16 – Hace unos días me encontraba despertando en una cama de hospital, mientras me regresaban al cuarto después de salir de quirófano, y la anestesia empezaba a perder su efecto, empecé poco a poco a asimilar lo que había vivido en estos últimos días… un dolor insoportable en mi cuello y espalda que duró tres días, un diagnostico de dos hernias discales en las cervicales y una intervención quirúrgica relámpago exitosa, era una gran diversidad de sensaciones, pensamientos y miedos, que en definitiva me hicieron agradecer al creador que todo salió bien y me llené de alegría por saber que pronto recuperaría mi salud.
Poco antes del anochecer recuerdo haber pensado “es hora de olvidarme del trabajo y dejar a mi cuerpo descansar y recuperarse” pero …….¡Oh sorpresa!!!!!!! esa noche no pude dormir ni un minuto a pesar de lo adolorido, lo cansado, y el gran deseo por descansar, al cerrar los ojos en lugar de encontrar ese bálsamo sanador que te da el reposo, venían a mi mente un cúmulo de información de mi trabajo, todos los pendientes de la oficina, los escuchaba en mi cabeza claros y fuertes, por más que traté con respiraciones y ejercicios para calmar mi mente simplemente no pude… busqué enfocarme en otra cosa, pero igualmente fue inútil, todas las actividades por hacer, aquello urgente, lo importante, más lo que tenía que evitar, pasaban por mi mente ¡una y otra y otra y OTRA VEZ! En la desesperación de no poder callar aquellos pensamientos me di cuenta que mi mente se asemejaba a un caballo desbocado imposible de tranquilizar. En aquellos momentos intenté utilizar diferentes métodos para buscar la calma, dejé de luchar y busqué observar y prestar atención de todo lo que llegaba a mi mente, y así pasé esa noche escuchando y viendo todos las tareas del trabajo, los peores escenarios, los mejores, los más realistas etc.
A la mañana siguiente, molido por la cirugía y sin poder haber dormido nada, me di cuenta que no tenía control de mi mente, ni de las circunstancias, más bien las circunstancias en aquel momento tenían control de mi, y me pregunté -¿por qué? ¿desde cuando era rehén del trabajo, de los problemas, de las expectativas? ¿desde cuando dejé de disfrutar el presente para perderme en las preocupaciones del mañana? ¿desde cuando los problemas profesionales los había hecho míos? muchas preguntas…. pocas respuestas.
Hoy veo la sonrisa de mis hijos y mi esposa y me pregunto ¿en que rayos he estado pensando todo este tiempo?
Entonces la voz interior emergió a la conciencia gritando ¡Un poco de silencio por favor!
Fue entonces que caí en cuenta que ¡Un poco de silencio! es aquello que ocupa el alma, para poder reconocerse, es lo que necesita la mente turbulenta para calmarse, un poco de silencio es la tierra fértil donde germinan los pensamientos que cambian vidas, un poco de silencio es lo que necesita este mundo que no calla, que no escucha que solo habla, que solo critica cultivando la acción sin razón y el pensamiento sin sentido, un poco de silencio necesita la paz para poder germinar, para poder escuchar y ser escuchado, y volverse amor.
En la lucidez que te da el silencio me he dado cuenta que tu realidad interior determina tus actitudes y que nuestra actitud hacia la vida determina la actitud de la vida hacia nosotros.
Una poderosa reflexión que abordaremos la siguiente semana.
Con afecto y cariño
SERVIR PARA TRASCENDER
Miguel Vladimir Rodríguez Aguirre
Con información de: https://infinitologos.blogspot.mx/2018/01/un-poco-de-silencio-por-favor-la-mente.html?m=1#comment-form