Todo fue decidido. Falta el anuncio… o seguir cayendo.
Con apenas sesenta días de campaña por delante, Los Pinos darían un primer manotazo de reorganización: la salida de Enrique Ochoa Reza de la presidencia del partido y la llegada de Aurelio Nuño Mayer, ahora coordinador de la campaña priista.
El fin de semana fue todo efervescencia en la casa presidencial de Los Pinos: los saldos del primer debate no movieron las tendencias de las encuestas y Meade se siguió hundiendo en el tercer sitio. Las evaluaciones revelaron cuatro cosas: el peso significativo de Meade como representante de la continuidad peñista, el mal ritmo de la campaña, la ineficacia del PRI y la falta de ofrecimiento de expectativas.
Las decisiones en los altos mandos de Los Pinos comenzaron a deslizar indicios de ajustes en el equipo de campaña. En los debates con otros coordinadores de campaña, Nuño ha desacatado más que el candidato. A mediados de 2016 el presidente Peña decidió el relevo en el PRI y quiso poner a Nuño como presidente, notó un rechazo en las estructuras del partido y optó por Ochoa Reza.
Pero ahora la campaña priista se encuentra en un momento de grandes decisiones. Las expectativas revelan que el candidato es bueno y tuvo un desempeño sólido en el debate, pero ha carecido de una estructura partidista. Ochoa no supo negociar con la militancia y dejó fracturar al partido. Sin embargo, en espacios de la militancia priista se tienen la certeza de que el problema en realidad no ha sido Ochoa, sino que el candidato Meade se ha negado a asumir su margen de autonomía relativa de Peña, de su grupo mexiquense y de su saldo gubernamental negativo, lo que ha llevado a la consolidación de un voto de castigo contra el PRI.
El cambio de Ochoa estaría en la lógica de la consolidación del objetivo principal del presidente Peña Nieto: el mantenimiento del poder otro sexenio. En este escenario hay que rescatar un mensaje enviado a través del columnista Juan Bustillos, de Impacto, el lunes pasado. La última línea, producto de una comunicación directa con el presidente, lo dice: “no hay de otra. Peña Nieto va por todo, y todo es todo”.
Nadie va a echar de menos a Ochoa, lo que es lo mismo que nadie lo ha defendido. Y algunos priistas dicen que Nuño llegará tarde y que el problema seguirá siendo el de la continuidad peñista.