El avión ‘Solar Impulse 2’ completó, el pasado 23 de junio, el primer vuelo solar a través del Atlántico, desde Nueva York hasta Sevilla, en 70 horas. Un avance significativo en la aplicación de la propulsión eléctrica en aviones. Sin embargo, el Solar Impulse no es el primero ni tampoco es el único avión eléctrico capaz de mantener el vuelo durante largos períodos de tiempo.
Ya a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, la NASA inició el programa Pathfinder. El proyecto estaba dedicado a la investigación y el desarrollo de una aeronave capaz de mantenerse en vuelo durante largos periodos de tiempo y a gran altura, principalmente para servir en tareas de vigilancia y de observación.
En lo años noventa, la aeronave NASA Pathfinder Plus voló a casi 25.000 metros de altitud, estableciendo entonces el récord para una aeronave eléctrica. Un proyecto sucesor de aquel, el prototipo ‘Centurion/Helios’, se diseñó para ascender incluso más allá de los 30.000 metros y volar durante semanas o meses consecutivos, sin parar.
Provisto con baterías y con paneles solares cubriendo la superficie alar, una aeronave eléctrica no tripulada que sea capaz de producir suficiente electricidad para funcionar día y noche podrá mantenerse en el aire durante largos periodos de tiempo. Tanto como indefinidamente, sirviendo por tanto como satélite atmosférico o atmosat.
Un satélite atmosférico tiene esencialmente el mismo propósito que un satélite espacial en órbita terrestre baja, pero el satélite atmosférico se mantiene dentro la atmósfera terrestre. Como el atmosat asciende directamente desde tierra y se puede recuperar y trasladar resulta más versátil y también más económico que un satélite espacial que requiera un cohete propulsor para alcanzar su órbita. El avión solar NASA Pathfinder fue uno de los primeros desarrollos de satélite atmosférico de ese tipo, concepto que incluye también los globos y los satélites inflables.
Este tipo de aeronaves solares y autónomas resultan posibles gracias a las mejoras en la propulsión eléctrica, en la energía solar, en la informática y también al desarrollo de materiales más ligeros y resistentes. En aviación son numerosas las ventajas de la propulsión eléctrica y ya se considera que el reemplazo total de las turbinas por motores eléctricos es cuestión de tiempo.
Los motores eléctricos son técnicamente mucho más simples que los motores de combustión. Un motor eléctrico no necesita toma de aire ni tampoco salida para los gases de escape; tampoco requiere suministro de combustible, ni de aceite ni de refrigerante. Y además son más pequeños y más ligeros a igual o mayor potencia.