En 1983 las artistas mexicanas Mónica Mayer, Maris Bustamante y Herminia Dosal realizaron, en el Hemiciclo a Juárez en la Ciudad de México, un performance titulado “Receta para hacerle el mal de ojo a los violadores, o el respeto al derecho del cuerpo ajeno es la paz”; dicho performance, que las artistas presentaron como una acción plástica-política, se llevó a cabo en el marco de la Marcha feminista contra la violación, manifestación que tuvo lugar el 7 de octubre de ese mismo año.
La presentación artística consistió en repartir entre el público pequeños sobres que contenían una “pócima” que las artistas habían elaborado frente a los asistentes con ayuda de una olla y una receta que ellas mismas crearon. Entre los ingredientes se podía leer “30 gramos de voces que desmitifiquen la violación”, “Unas cuantas cucharadas de familias y escuelas que no promuevan los roles tradicionales” y “7 gotas de hombres que apoyen la lucha contra la violación”. Además, en la hoja que contenía la fórmula se podía leer el siguiente mensaje:
“Siguiendo cuidadosamente las instrucciones sobre el modo de preparación lograremos tener como resultado final nuestra explosiva mezcla con la cual usted podrá sorprender a los violadores que habitan su misma casa o la de la vecina, los tímidos y los agresivos, los pasivos y los activos, y los que la acechan en el trabajo o en el camión y finalmente a los que se esconden en la noche que hoy venimos a tomar”.
Esta performance —que buscaba denunciar la cotidianidad de los actos de violencia en contra de las mujeres aún en sus círculos aparentemente más seguros, al mismo tiempo que apelaba a un despertar de las conciencias y a la suma de acciones colectivas de frente a la violación— es la primera irrupción del grupo Polvo de Gallina Negra en el panorama del arte contemporáneo de México. Dicha agrupación, considerada la primera avocada al arte feminista en nuestro país, fue fundada en 1983 por Mayer y Bustamante (Dosal tuvo una participación corta en el grupo) como una propuesta de arte alternativo que se oponía o que representaba un punto de fuga frente al arte elitista, apolítico y enclaustrado en ciertos recintos.
El nombre de este grupo resultó como una alusión al popular remedio esotérico en contra de las “malas vibras” o el “mal de ojo”. Las artistas eligieron este nombre al considerar que al fundar un grupo de arte feminista en una sociedad patriarcal se encontrarían con diversos obstáculos y por ello necesitarían una especie de remedio o amuleto que las acompañara en tan difícil empresa, así que decidieron llevar dicho antídoto en el nombre: Polvo de Gallina Negra.
Este colectivo coincidió con otros grupos feministas nacidos en la década de 1980 en lo que era o representaba el arte feminista, pues lo definían como “un movimiento eminentemente político, creado por mujeres artistas interesadas en participar activamente en el campo de la cultura”[1].
Los objetivos de este grupo eran analizar la imagen de la mujer que era proyectada tanto en el arte como en los medios de comunicación masivos, impulsar la participación de las mujeres en el arte y producir obras a partir de la experiencia de las mujeres en una sociedad patriarcal; estos tres objetivos convergían en la intención de incidir en lo social a través de la transformación de lo visual y la representación[2].
El surgimiento de Polvo de Gallina Negra tiene como antecedente y trasfondo un contexto social, cultural y político caracterizado por el legado de la represión del Movimiento estudiantil de 1968 que definió “un lenguaje plástico que busca la estrecha relación entre el pueblo, la política y el arte”[3]; asimismo, en la década de 1970 existió una gran inquietud por ampliar los horizontes del arte a través de los cuestionamientos de los parámetros, discursos y paradigmas de lo establecido en las llamadas bellas artes, algo que dio pie a la conglomeración de artistas para formar grupos experimentales o alternativos como No-Grupo, Tepito Arte Acá y Peyote, por mencionar algunos de ellos [4].
Sumado a esto, para la década de 1980 existió una significativa producción del performance feminista en México[5], tal como lo señala la propia Mónica Mayer, quien en los años 70 viajó a Los Ángeles para estudiar en The Woman’s Building, considerada la primera escuela de arte feminista, y colaborar en el grupo Ariadne: A Social Art Network, enfocado en realizar performances feministas que abordaban el tema de la violación. Tras su regreso a México en la década de 1980 buscó, al lado de Maris Bustamante (quien anteriormente había formado parte del No-Grupo) crear una agrupación de arte feminista que respondiera a las inquietudes sobre la falta de reconocimiento y participación de las mujeres en el ámbito político y artístico.
“A Maris Bustamante y a mí nos entró el gusanito de formar un grupo de arte feminista. Se lo planteamos a las colegas, pero ante la negativa generalizada, las dos formamos Polvo de Gallina Negra, el primer grupo de arte feminista en México […] los temas centrales de nuestra obra fueron el trabajo doméstico y la maternidad; nuestra estrategia el sentido del humor”[6], señala Mónica Meyer sobre el nacimiento de este proyecto.
Un grupo de esta índole era algo que en ese entonces no existía en territorio mexicano y que incluso resultaba inimaginable. Tan inimaginable era, que algunas mujeres artistas declinaron la oferta de unirse al grupo debido a que, por una parte, no identificaban su trabajo artístico en el marco de la acción política feminista; y por otra, existía el temor de ser bloqueadas o excluidas por el circuito del arte en México.
Tal como señala Maris Bustamante: “Cuando decidimos hacer este grupo invitamos a muchas artistas. Nadie quiso formar parte del grupo […] en aquel tiempo todas las galerías y museos estaban manejados por hombres y muchas dijeron que tenían miedo de que hubiera represalias contra ellas […] que por pertenecer al grupo habría limitaciones en la exhibición de sus trabajos […] muchas de ellas estaban casadas o estaban viviendo con sus compañeros y no querían tener conflictos con ellos”[7].
Contra todo obstáculo, la vida del grupo Polvo de Gallina Negra se mantuvo activa por 10 años; a lo largo de esta década Mónica Mayer y Maris Bustamante, quienes por sí mismas ya poseían una notable trayectoria en la escena del arte contemporáneo mexicano, llevaron a cabo diversos performances en los que a través del humor cuestionaban los arquetipos de la feminidad.
Con el performance “Mujeres artistas o se solicita esposa”, las artistas visitaron en 1984 diversas instituciones educativas del Estado de México para exponer con ayuda de diapositivas el trabajo de diversas mujeres artistas. Durante su presentación, hablaban del trabajo doméstico no remunerado que realizan las mujeres y de las diferentes violencias que las atraviesan. En estos performances las artistas portaban delantales y prótesis de unicel para emular el vientre de una mujer embarazada.
La maternidad ocupó un lugar sumamente importante en la producción de su obra, pues buscaban cuestionar el imaginario social construido en torno a la madre. Esta fue la razón por la que las artistas emprendieron ¡Madres!, un elaborado conjunto de acciones artísticas que Mayer y Bustamante calificaron como un “proyecto visual”, el cual se extendió por varios meses e incluyó 1) El concurso “Carta a mi madre” (en el que se invitaba al publicó en general a participar escribiendo una carta con todo aquello que les hubiera gustado decir a su madre); 2) Un evento de arte correo titulado “Egalité, Liberté, Maternité: Polvo de Gallina Negra ataca de nuevo” (que consistió en el envío de collages con textos e imagen a 300 críticos, artistas y periodistas); y 3) El premio “Madre por un día” (se trató de un performance realizado durante la transmisión del noticiero vespertino Nuestro mundo, el cual era conducido por Guillermo Ochoa. Al declararlo ganador del concurso, las artistas le colocaron al conductor una panza de unicel, un delantal y una corona de “reina del hogar”, pues a través del humor las artistas se centraron en desenmascarar los estereotipos y las imposiciones sociales que atañen a las mujeres con respecto a la maternidad y las labores domésticas, a la vez que por medio de la parodia buscaron hacer una desnaturalización de dichos roles). Con dicha serie de acciones performáticas buscaron desafiar “los estereotipos de los roles de género de forma perspicaz, ofreciendo una nueva conciencia sobre las construcciones históricas conceptuales y operativas de la maternidad”[8].
Estos son apenas algunos ejemplos de la innovadora producción de este grupo, el cual para 1993 dio por concluido su trabajo. Si bien no fueron el único grupo de su tipo en México, con su determinación Mónica Mayer y Maris Bustamante vincularon con éxito un discurso claramente político y feminista con el arte, y al mismo tiempo lograron, a través de diversos medios, una importante resonancia de ese discurso, el cual abrió caminos, pues poco después de la creación de Polvo de Gallina Negra otras agrupaciones vieron la luz, como Tlacuilas y Retrateras (colectivo conformado por las alumnas del taller de arte feminista que Mayer impartió entre 1982 y 1984 en la Escuela Nacional de Artes Plásticas) y el grupo Bio-Arte.
A casi 40 años de su conformación, Polvo de Gallina Negra representa un hito, no solo en la historia del feminismo en nuestro país, sino también en el escenario del arte contemporáneo de México. Sus creadoras se mantienen vigentes y su obra y trayectoria entablan un diálogo con las creadoras contemporáneas y el contexto social y político de nuestro país.