La larva de un tipo de mosca que vive en lagos es la responsable de la emisión de cantidades significativas de metano y del aumento de los gases de efecto invernadero, según revela un estudio publicado hoy por “Scientific Reports”.
La investigación, liderada por la Universidad de Ginebra, Suiza, determinó que la actividad de la pequeña mosca Chaoborus spp tiene un impacto negativo sobre la atmósfera y es, en parte, responsable del cambio climático provocado por ese tipo de gases.
Este insecto habita en lagos de todo el mundo, excepto en la Antártida, y entre uno o dos años de su ciclo vital los pasa bajo el agua en estado larvario a profundidades inferiores a 70 metros, explican los autores.
Durante el día, la larva de Chaoborus spp se protege de los depredadores escondiéndose en el lecho del lago y durante la noche sale a la superficie para alimentarse.
Está equipada con unas vesículas o “bolsas de aire” a las que regula su volumen para alterar la profundidad y desplazarse hacia adelante o hacia arriba.
Los científicos de la Universidad de Ginebra, en colaboración con el Instituto Leibniz (Alemania), la Universidad de Potsdam (Alemania) y la Universidad de Swansea (R. Unido), han descubierto que esta larva usa el gas metano (CH4) que encuentra en los lechos como combustible para esas vesículas.
Constaron que el insecto libera gas metano en la superficie del agua, lo que no solo contribuye negativamente al calentamiento global, sino que también modifica las capas sedimentarias del fondo del lago y dificulta la tarea de la paleolimnología.
A profundidades de 70 metros la larva no puede inflar y desinflar normalmente sus “bolsas de aire” debido a la presión del agua, por lo que recurre al metano para activar este ingenioso mecanismo de flotación.
“El metano es un gas muy poco soluble en agua. Sabemos que está presente en cantidades muy grandes en sedimentos pobres en oxígeno y que excede la capacidad de solubilidad en agua y que forma pequeñas burbujas”, explica el responsable del estudio, Daniel McGinnis, de la Universidad de Ginebra.
En consecuencia, apunta, se plantearon la hipótesis de que la larva absorbe el exceso de burbujas gaseosas para inflar sus vesículas, en lugar de usar la presión del agua, y elevarse hasta la superficie.
Gracias a este “ascensor inflable”, la Chaoborus spp ahorra hasta el 80 % de energía que necesitaría para subir a la superficie del lago, reduce su ingesta de alimento y logra expandir su hábitat.
El agua dulce es el responsable del 20 % de las emisiones naturales de gas metano, el cual absorbe hasta 28 veces más calor que el dióxido de carbono (CO2) y, por tanto, tiene un impacto significativo sobre el efecto invernadero, señalan los expertos.
En condiciones normales, apuntan, el metano se aisla y se deposita en los sedimentos de los lagos, pero la larva de Chaoborus spp lo saca de su zona habitual y aumenta las posibilidades de que acabe en la atmósfera.
“La larva de Chaoborus spp, cuya densidad varía desde los 2.000 a los 130.000 individuos por metro cuadrado, solo se encuentra en aguas de baja calidad, en las que contienen, por ejemplo, demasiados nutrientes”, indica McGinnis.
El experto sostiene que la mejora de la calidad de las aguas, el control de la agricultura y el tratamiento de residuos puede rectificar la calidad del agua de los lagos y revertir la situación, pues este insecto “también transporta contaminantes a la superficie en las partículas sedimentarias”.
“En resumen, aunque el estudio de este insecto es fascinante, la presencia de Chaoborus spp es siempre una mala noticia para el ecosistema. Al mismo tiempo, nos da más motivos para proteger la buena calidad del agua de nuestros lagos”, concluye McGinnis.