“El dolor lo lleva dentro, y tiene historia sin tiempo”
Este fragmento específico, en la canción escrita por Piero y José Tcherkaski para la figura paterna me rememora a otras figuras que también son pieza clave del núcleo familiar y que con sus historias que parecen no tener tiempo pues son contadas en diversas ocasiones han tomado nuestro corazón y nos han enseñado los altibajos de la vida en experiencia ajena.
Estimado lector, en esta ocasión la columna alebrije, como puede ya haberlo descifrado, estará dedicada a las abuelitas y abuelitos, nuestros eternos guías quienes en esta época de pandemia han sido los más protegidos pero también los más solitarios (debido a las medidas sanitarias que debemos ejercer) y se han visto forzados en la mayoría de los casos a utilizar una tecnología con la que no crecieron y les es extraña.
“Creció con el siglo, con tranvía y vino tinto”
Qué capacidad tan extraordinaria de adaptación tienen ellos, pues algunos corren casi con el siglo y han visto pasar desde guerras mundiales, expropiaciones petroleras, caídas de muros, explosiones, innovaciones tecnológicas y ahora hasta una pandemia. Cuántas historias pueden contar sobre estos sucesos, cuánto han visto pasar sus ojos, esos que ahora están rodeados de duros caminos en la piel, cuánto han caminado y qué lugares no han pisado esos pies que día a día se vuelven más lentos y lejanos de lo que alguna vez fueron pero que se acercan cada día más a la inmortalidad de nuestros recuerdos y vivencias.
“Yo lo miro desde lejos, pero somos tan distintos”
Se preguntará querido lector por qué los llamo (de forma personal) los eternos guías: Descendemos de ellos y si es usted creyente de las herencias genéticas, se dará cuenta que mucho de lo que es usted se deriva de él o ella y también, si en este tiempo de introspección, busca respuestas a lo que usted es, lo que vino hacer o soluciones a problemas que lo aquejan, es en ellas y ellos en los que encontrará respuesta.
“La edad se le vino encima, sin carnaval ni comparsa”
Observe bien los rostros de ellos, memorice cada marca, cada línea de camino recorrida que enmarca sus caras, cada pestañeo y temblor en las manos producido debido a su edad, eso somos y en eso nos convertiremos.
Un abrazo fuerte para quienes sus eternos guías ya hayan trascendido a la inmortalidad, hagamos de su recuerdo un mensaje de amor que repliquemos en nuestras familias, y perdure por generaciones. Honremos a los que todavía están con nosotros dándoles trato digno, tiempo y cariño para que cada día que pase sean momentos interminables de ternura y no de tristeza o añoranza por el pasado.
Escriba las anécdotas que tanto le cuentan pues algún día las atesorará como nunca.
“Soy, tu silencio y tu tiempo”