La mente del Guerrero que antes fue cuna de la virtud, hoy es víctima del Ego incontrolado, que todo quiere poseer, controlar y conquistar, “si no estás conmigo, estás en contra mía”, dice a todo aquel que manifiesta un punto de vista diferente. Sin saberlo, el Guerrero se ha empezado a convertir en aquello que una vez juró combatir.
Sin embargo, no todo está perdido, la esencia Espiritual sigue habitando en el Guerrero, por mucho que su Ego haga esfuerzos por extinguirla, esa pequeña luz aún alumbra en lo profundo de su inconsciente, esperando la oportunidad para volver a iluminar nuevamente su mente, abriendo los caminos de la manifestación de lo divino, que en tiempos anteriores lo llevó a realizar grandes hazañas.
La lucha entre el Ego y el Espíritu no dan cuartel en la mente del Guerrero. El primero ofrece poder, placer, riqueza y fama a costa del sometimiento de su genuina libertad, el Ego busca tener de rehén los pensamientos, emociones y esfuerzos, bajo la ilusión del Miedo a perder todo aquello que con tanto esfuerzo logró, su intención es orillar al Guerrero a valerse de todos los medios posibles, sin importar ética, moralidad, justicia y verdad, con tal de conservar lo que cree que es y posee.
Por otro lado, el Espíritu espera que baje la marea emocional que evoca la adulación, así como la ilusión de posesión y control. Busca que las aguas del mar agitado de pensamientos y emociones se calmen para poder mostrar la verdadera esencia del guerrero más allá de formas y apariencias. El espíritu dotará al Guerrero de Paz, Sabiduría y Transcendencia siempre que someta a su Ego y arrodille su orgullo desprendiéndose de todo aquello que teme perder.
En la mente del Guerrero se vislumbra una importante decisión, el Ser tendrá que decidir si camina por los caminos del Ego o por los senderos del Espíritu. Sabe que no hay lugar para titubeos en este punto de su desarrollo. Llegó el momento de su definición, ¿Poder o Fuerza? ¿Placer o Paz? ¿Riqueza o Sabiduría? ¿Fe o Miedo? ¿Control o Libertad? ¿Mandato o Servicio? Extremos que forman parte de una misma realidad…
El Ser calla, observa la gran batalla que hay en su mente, no emite ningún juicio al ver el torrencial de atractivos intelectuales y emocionales que expone su Ego. El Espíritu por su parte, solo le permite recordar por un momento el estado de la alineación energética que hace tiempo el Guerrero experimentó y que le permitió alcanzar aquello que está más allá del reino del pensamiento.
El Guerrero finalmente abre sus ojos, ha tomado una decisión. Sin decir una palabra, las personas cercanas a él perciben que algo ha cambiado. Sus ojos han vuelto a brillar, su mirada se ha vuelto profunda y poderosa, su presencia fuerte y en calma. En su pensamiento, el Guerrero declara “mi sendero es aquel que no se puede comprar o corromper, mis posesiones solo existen en el ideal de la virtud, mi libertad vuela tan libre como mi conciencia, mi orgullo se ha convertido solo en el recuerdo de un capullo que cumplió su función”.
El Guerrero ha ganado la más Grande y Terrible de todas las batallas. Se ha conquistado a sí mismo, por primera vez, desde que llegó a esta existencia, solamente És.
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