CONTRAPESO Sabíamos que nuestros jóvenes morirían

 

Por: Arnoldo Delgadillo Grajeda

La investigación en ciencias sociales muchas veces es irreverente, va en contra del ideal de desarrollo establecido por los gobiernos, donde se iguala el progreso a la riqueza.

En tono de sátira, un profesor del Doctorado en Ciencias Sociales preguntaba a sus alumnos qué convenía más, estudiar ese posgrado o poner un puesto de tacos.

Y es que la investigación en ciencias sociales no reditúa rápidamente la inversión que se hace en ella, como sucede con la investigación aplicada o la investigación tecnológica.

Sin embargo, vale la pena invertir en conocer la sociedad, pues ello nos permite poder prever escenarios y generar políticas públicas eficientes, en el ideal de la relación ciencia-gobierno.

Un claro ejemplo es la investigación que realicé, hace apenas un par de años, con Alejandra Regla Maldonado, como estudiantes de licenciatura.

El objetivo fue analizar la influencia de los narcocorridos en la construcción de la identidad de los jóvenes del municipio de Armería.

Detectamos que la música además de hacer apología del delito, hace apología de los beneficios del ser delincuente, pues los jóvenes ven en el narcotráfico la posibilidad de riqueza y poder.

Esta radiografía de un sector vulnerable de la población, por su edad y condición social, intentó hacerse llegar al entonces secretario de la Juventud y al alcalde en turno, pero no hubo respuesta.

Duele ver que hoy los jóvenes son los que están muriendo en medio del combate de la delincuencia organizada. Son la carne de cañón. La pieza que se remplaza fácilmente.

Y duele más porque sabíamos que morirían, porque pudimos preverlo a través de un estudio de la sociedad en ese momento determinado, pero la ciencia no tuvo eco en el gobierno.

Un puesto de tacos, respondiendo al profesor del doctorado, después de todo, quizá no sea la mejor opción.