Por Guillermo Bueno
El mito del hombre de hierro, sinónimo de ser hombre es ser duro. Desde pequeños se nos decía que un hombre no debe y no puede manifestar siquiera indicios de debilidad. Se esperaba que ser hombre estuviera acompañado de una expresión rígida, inexpresiva, un rostro que mostrara fuerza y, si fuera posible un rostro que infundiera miedo, que fuera aguerrido. Eso implicaba muchas cosas, entre ellas que no se tuviera la oportunidad de tener emociones o sentimientos que fomentaran lo contrario; como el llanto, la ternura, el miedo, la vergüenza, el dolor, entre otros.
Era natural que entre los varones infantes que se reconociera a aquellos que mostraran valentía, rayando en lo hilarante, es decir no importara que la hicieran de payaso en tanto nadie más lo hiciera por temerario. Así que quien tuviera más fuerza, quien levantara más peso, quien comiera más picante, quien aguantara más dolor, o ganara en las pruebas de fuerza “vencidas” eran cualidades bien vistas y que daban reconocimiento, valía e importancia pública y también privada. Todos estos aspectos físico s eran muy acordes a la biología del varón.
Sin embargo, esta experiencia humana de ser hombre es evidentemente contraria a la naturaleza humana, no solo biológica sino social. Porque también implicaba renunciar a sentimientos de nobleza como el llanto, la frustración, el miedo, la vergüenza, inherentes a la posibilidad de identificarse con los otros, mujeres y hombres, especialmente cuando se trataba de la validez de lo que sentimos como seres humanos. Es decir, un hombre no debe y no puede sentir., cuando la línea biológica lo exigía.
Así, hay generaciones de hombres mutilados internamente y también públicamente, sabedores de la necesidad de corresponder empáticamente ante la sensibilidad de sus pequeños y pequeñas, o con su mujer, pero ni siquiera se nos lo permitían. Como consecuencia, detonaron un sin número de manifestaciones que fueron socavando la presencia del hombre en el vínculo humano y familiar, casi llegando a su extinción. El hombre no necesita, el papá no necesita, el hermano, el abuelo, el tío, el primo, el amigo, no necesitan porque son fuertes, no sienten, no tienen necesidad.
Esta gran ausencia es un lastre en la experiencia humana del hombre, al que se le exige en demasía, pero poco o nada se le considera. Del hombre no esperes ternura, sensibilidad, empatía, o que comprenda la vulnerabilidad, porque él es de hierro. Qué gran mito, qué gran mentira, qué manera de acabar con el hombre.