Apuntes de reportero/ Edgar Torres – “Saneamiento contra el dengue”

 

 

Todos nos pusimos rojos, eran tantos los granos en todo el cuerpo y tan desesperante la picazón que me hacía recordar la rubeóla, pero no lo era. Hay que aceptar que a pesar de vernos llenos de esas manchitas no se acercaba para nada a lo feo de la varicela y tampoco a lo mortal del sarampión. Estoy hablando del Zika.

Todos los padecimientos que señalé en el párrafo anterior tienen en común que se deben a un virus, pero en el caso del zika, dengue y chikunguya la transmisión es mediante un mosquito, no se contagia por la saliva, tampoco por el contacto, sino cuando un mosco pica a una persona enferma y después a una persona sana, continuando con el ciclo de contagio.

Después de esa gran cantidad de casos de zika, y conforme nos fuimos volviendo inmunes, la incidencia ha sido mínima, al punto de que en este momento no hay registrados casos de esa enfermedad.

Situación diferente ocurre ahora mismo con el dengue, una enfermedad que de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud “es cíclica y cabe esperar grandes brotes cada 3 o 4 años”, es decir, los repuntes de casos deberían ser hasta cierto punto “normales” y por ello deberíamos estar preparados para enfrentar cada ciclo.

En el año 2002, Colima enfrentó una incidencia muy alta de casos de dengue con 9 mil 630, lo que requirió un gasto de atención hospitalaria de poco más de 44 millones de pesos. Años después, en 2009, el estado de Colima ocupó el primer lugar en tasa de todo el país colocándose entre los primeros en el mundo con 4 mil 982 casos. En esa época, Colima aportó el 22% del total de casos del país, mientras que en la región Occidente aportó 45%.

En la semana epidemiológica número 30, la última en este año, se reportan en Colima 1mil 513 casos, cifra por mucho alejada de la de Guerrero con 4 mil 333. La Secretaría de Salud ha reforzado las medidas con el control larvario y multiplicado los operativos de nebulización en municipios que presentan mayores índices, pero estos esfuerzos resultan insuficientes si la parte preventiva en los hogares no se realiza de forma adecuada.

Y es que, desde chiquillos nos hicimos a la idea de que cuando “hay muchos moscos”, la acción adecuada es fumigar, pero no. Aún me recuerdo contestando las llamadas del auditorio en mi noticiario de radio pidiendo se hiciera un llamado a la Secretaría de Salud para que fumigara tal o cual colonia por los enjambres de moscos, sin embargo, el insecticida, como cualquier otro, tiene repercusiones en el ambiente a corto y largo plazo, afectando el balance natural y generando incluso resistencia en las mismas plagas de moscos. Forma parte de la estrategia pero no lo es todo.

La misma historia nos ha demostrado que la mejor arma contra el mosco transmisor de estas enfermedades es el saneamiento básico. En aquellas épocas en que los casos se contaban por miles, sociedad y gobierno se unieron para generar jornadas de saneamiento que consistía principalmente en la descacharrización, es decir, eliminar los criaderos de moscos. Hubo jornadas que congregaron a poco más de 10 mil estudiantes de la Universidad de Colima, además de organizaciones obreras, así como los diez ayuntamientos y el gobierno estatal, en las que recolectaban toneladas de cacharros (en 2015 se reportaron mil 50 toneladas en 3 jornadas estatales).

La Secretaría de Salud ya aplica la estrategia contra el dengue en el estado  mediante control larvario, descacharrización, campañas en medios de comunicación y se ha optado por ampliar la nebulización dado el pico de casos ocasionados por el repunte cíclico del padecimiento y la presencia del Serotipo 3 que hace mucho no se presentaba en la entidad, pero es necesaria también la participación oportuna y adecuada de la población en sus domicilios.

Por lo anterior, el balón está del lado de los ciudadanos, significa que hay que lavar, voltear o tirar objetos que puedan propiciar la reproducción del mosco del dengue, pues aunque conocemos así al aedes aegypti, no hay que olvidar que transmite también dos enfermedades más, todas ellas con síntomas que ninguno deseamos y que por negligencia en nuestras casas podríamos propiciar su presencia de nueva cuenta.