“Las personas llegan a expresar un ‘dolor ecológico’ debido al sentimiento de culpa por la pérdida ambiental y el cambio climático, sentimiento que se agrava en caso de tener hijos por el temor a su futuro”: Dra. Rosalba Thomas.
Como parte del Ciclo de “Charlas en el Museo”, organizadas por el centro Universitario de Gestión Ambiental (CEUGEA) de la Universidad de Colima, se llevó a cabo recientemente en el Museo Regional de Historia la conferencia “Ecoansiedad, ¿qué es y cómo puede evitarse?”, dictada por la investigadora Rosalba Thomas Muñoz, con la finalidad de dar a conocer los efectos negativos del deterioro ambiental en la salud mental y cómo combatirlos.
Para dar la bienvenida al evento, la directora del CEUGEA, Karina Rojas Mayorga agradeció en primer lugar las facilidades otorgadas por el Museo Regional de Historia de Colima y su director, Fernando Rodríguez, para convertir dicho recinto en la sede de este ciclo de charlas que realizarán académicos, científicos y especialistas de la Universidad de Colima en un tono cercano y agradable con el público.
Agregó que esta serie de charlas busca informar a la sociedad sobre el impacto del desgaste ambiental en ámbitos como el turismo, la alimentación, la vida marina, el comportamiento social, la vida cotidiana y la estabilidad mental; “en general, cómo nos afecta como sociedad y qué podemos hacer para estar preparados, actuar de la mejor forma posible y vivir en forma sostenible”.
Para dar inicio con su presentación, Rosalba Thomas definió la ecoansiedad como la angustia generada en las personas cuando pierden su terruño, su casa o el entorno natural que habitan, así como la preocupación por el futuro propio y de las próximas generaciones; “se ha comprobado en múltiples estudios científicos, que las personas que han sufrido un desastre natural presentan un 4% más de posibilidades de padecer una enfermedad mental, además de sufrir cuadros de estrés postraumático o depresión”.
Al respecto, agregó que el periodista Richard Louv habla en su libro del 2005, “El último niño del bosque”, sobre los “trastornos de déficit de la naturaleza” a través de un estudio en las infancias de diferentes épocas, descubriendo lo nocivo que puede ser en la formación y la salud de los niños estar alejados de la naturaleza; “como seres biológicos estamos fisiológicamente adaptados para estar en ciertos ambientes, para correr, jugar, cazar y para ser activos”.
También habló del término “solastalgia” como “aquel sentimiento que te invade cuando notas que tu entorno familiar está cambiando o tu sentido endémico de pertenencia está siendo violado. Es, por ejemplo, cuando las casas de tu vecindad, que solían albergar familias, se vuelven comercios y oficinas; cuando el bosque en el que jugabas se incendia o pavimentan aquel parque y lo vuelven estacionamiento”.
Entre los síntomas relacionados con la ecoansiedad, la investigadora mencionó los ataques de pánico, pérdida de apetito, irritabilidad, debilidad, insomnio e hiperactividad, así como alteraciones importantes en los patrones de alimentación y en los ciclos de sueño y vigilia; “estos síntomas son similares a los obtenidos en estudios controlados de síntomas reportados por quienes viven cerca de lugares peligrosos, sitios de desechos y es probable que sean una respuesta al estrés y sensibilización conductual”.
Dijo que los síntomas físicos de este tipo de ansiedad pueden ser la obesidad, enfermedades respiratorias, trastornos por déficit de atención e hipovitaminosis D; “las personas llegan a expresar un ‘dolor ecológico’ debido al sentimiento de culpa por la pérdida ambiental y el cambio climático, sentimiento que se agrava en caso de tener hijos por el temor a su futuro”.
Reportes internacionales que advierten del creciente número de especies que se extinguen, añadió, el deshielo de la Antártida, la deforestación, los incendios en la Amazonía o la negativa de los países más contaminantes como EEUU y Japón a firmar acuerdos para disminuir los contaminantes, hacen que exista una sensación global de peligro inminente, irrefrenable e irreversible.
En consecuencia, dijo, existen afectaciones a la salud mental no sólo en la esfera individual, sino también a nivel social y colectivo con fenómenos como la violencia generada por el aumento de calor (calentamiento global), los conflictos por los recursos, las migraciones y desalojos, los ajustes post desastres y las enfermedades crónicas, así como el estrés ambiental.
En otro momento, la conferencista habló sobre la fuerte asociación que existe entre la ansiedad y síntomas respiratorios como la falta de aliento y la hiperventilación con una respiración poco profunda; “la respiración torácica es la aspiración de una cantidad mínima de aire hacia los pulmones, en lugar de hacerlo por medio del diafragma”.
En este sentido, Thomas Muñoz señaló que conforme las ideas caóticas nos invaden y la mente se vuelve confusa, es importante centrarse en el cuerpo y su función primordial de respirar; “lo ideal es que pensemos en el cuerpo, que recordemos cómo es respirar profundamente y liberarnos de la ecoansiedad y de la ansiedad en general”.
Para no caer en la desesperanza, la investigadora propuso una serie de acciones, entre las que mencionó una necesaria postura crítica al investigar la veracidad de la información que nos inunda a través de las redes sociales, desarrollar conductas de conservación plantando árboles, rodeando nuestras casas y espacios con plantas y tener un plan de adaptación para los cambios medioambientales que se pueden generar en los próximos años, “así como creamos nuestro plan familiar de protección civil, plantearnos cómo actuaríamos ante una situación como la escasez de agua, por ejemplo”.
Finalmente, destacó la importancia de pasar de la ecoansiedad a un preocupación razonada y fundamentada “que nos mueva a realizar acciones a favor de la conciencia ambiental, reducir el consumo de plásticos, realizar actividades sostenibles como montar un huerto urbano, salir a correr y recoger plásticos del suelo y evitar las pequeñas acciones que contaminan, como dejar las llaves del agua abiertas o tirar chicles al suelo, porque hasta el más mínimo detalle importa”.