“Nos damos cuenta de que sí tiene importancia la construcción de las narraciones periodísticas porque llegan a la población, tienen un impacto en la vida cotidiana, entran en nuestras casas y lenguaje y lo modifican”, agregó Federico Mastrogiovanni.
En días pasados, el periodista Federico Mastrogiovanni dictó la videoconferencia “Narrativas hegemónicas en el periodismo”, como parte del Seminario Internacional de Estudios sobre Periodismo que organiza la Facultad de Letras y Comunicación.
En ella, el exponente planteó las siguientes preguntas: ¿Cuál es la importancia del periodismo en la construcción de la realidad? ¿El discurso hegemónico debe ser cuestionado? ¿Los periodistas están obligados a opinar de todo?
Durante su conferencia, enfatizó la importancia del periodismo en la construcción de la realidad en cuanto a la “narración del narco”. Para el periodista, luego de que el expresidente Felipe Calderón declarase la guerra al crimen organizado, además de tener consecuencias importantes para el país, se mitificó al narcotraficante como poderoso: “tienen fuerza económica y militar que rebasa al Estado, mientras que éste es fallido, rebasado por fuerzas criminales”, dijo.
Esta narrativa, continuó, “se traslada a series de televisión o plataformas y, aunque algunas se basan en publicaciones periodísticas, se ofrece una narración que no es completamente adherente a la realidad. Nos damos cuenta de que sí tiene importancia la construcción de las narraciones periodísticas porque llegan a la población, tienen un impacto en la vida cotidiana, entran en nuestras casas y lenguaje y lo modifican”.
Dos términos que para el académico derivan del discurso periodístico, explicó, son “levantones” (secuestro) y “narcofosas”; el primero hace pensar que se trata de un secuestro en el cual se efectúa un arreglo entre criminales, o sea malos contra malos. Sin embargo, se difundió a través de los medios y también lo utilizaron en espacios de poder político para hacer pensar que víctimas y victimarios son parte de lo mismo; se criminaliza a las víctimas y se abre la posibilidad de que delitos del Estado, como el de Ayotzinapa, “se vean tolerables porque de alguna forma lo merecían”.
Las narcofosas, por otra parte, evocan fosas clandestinas, comunes, donde se entierran cuerpos de manera ilegal, cadáveres de quienes formaban parte del narcotráfico; esta ambigüedad, continuó, “descarta el que los perpetradores no sean narcotraficantes sino militares o fuerzas de seguridad adscritas a un cuerpo del Estado”.
“Nos damos cuenta de que hay una intención de impulsar estas narraciones sobre la violencia en este país, relativa a cierta clase social que normalmente es la popular y pone los muertos, pero también es victimaria; además, excluye a segmentos de seguridad, grandes empresas nacionales e internacionales como mineras y petroleras, en contubernio con funcionarios públicos”, advirtió.
Por otra parte, dijo que “la hegemonía es casi una seducción, una adhesión voluntaria, el deseo de participar activamente”. De esta manera, dichos conceptos, a partir de los discursos, “se ligan a las decisiones que se toman y se acepta la intervención en la vida cotidiana”. Ejemplo de lo anterior es el cambio de seguridad en aeropuertos luego de los sucesos de 2001: “esta invasión del espacio individual ya se instaló, ya nadie lo discute, ya nadie se opone porque estamos, conscientemente o no, inscritos en una discursividad de la inseguridad que no se sabe bien qué es”.
“El hecho de que vengan a revisar mi equipaje, ponerme las manos encima, a obligarme a quitarme la ropa y zapatos para una revisión más a profundidad en nombre de una supuesta seguridad que todos aceptamos, ya nadie pone en discusión; esto es normal porque nos hemos adherido una hegemonía que dice que la seguridad es más importante y, a través de ésta, tenemos que limitar derechos; se acepta, se asume, es natural”.
Luego de su videoconferencia, el periodista compartió con estudiantes y docentes varios consejos: “tener claro lo que hacemos; si me doy cuenta de que policías y militares se llevan gente, pero luego escucho que es el narco, estoy frente a una disyuntiva: ¿a quién creer, a mi documentación o lo que dicen los demás colegas? Lo mejor es investigar”. La segunda consiste en dudar hasta de las fuentes
En este sentido, Mastrogiovanni enfatizó que las fuentes no son los medios de comunicación debido a que tienen posturas, tampoco un funcionario; “se debe tener la responsabilidad de revisar fuentes antes de publicar cualquier cosa”.
Por último, se cuestionó si los periodistas deben opinar acerca de todo lo que ocurre: “creo que no; por qué tengo que ponerme a discutir sobre lo que no tengo la menor idea; esto lo hace todo el mundo. Sólo puedo opinar si lo investigué; si queremos opinar busquemos fuentes”.