*Colabora UdeC en proyecto sobre resiliencia sísmica junto con la UNAM, la UAM y las universidades de Morelos y Michoacán, con recursos del Conacyt.
En entrevista, Alfredo Sánchez Alejandre, investigador de la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad de Colima, señaló que el proyecto sobre “Desarrollo de capacidades nacionales para alimentar la resiliencia sísmica de edificios de concreto y mampostería con un enfoque de diseño por desempeño”, financiado por el CONACyT, busca proponer recomendaciones aplicables a las normas de mampostería y concreto de la Ciudad de México.
Además, se propone realizar un manual de reparación de edificios existentes: “El objetivo principal es dar cursos, conferencias y seminarios con la idea de sensibilizar a la sociedad y dar elementos para evaluar la seguridad de sus viviendas en caso de un sismo”, comentó.
Al abundar sobre el tema, el Dr. Sánchez Alejandre destacó que hoy en día se tienen contabilizadas alrededor de 30 millones de viviendas en el país, de las cuales más o menos 20 millones han sido construidas bajo la informalidad; es decir, “no cumplen con la normativa vigente porque no cuentan con un estudio de mecánica de suelos, con planos de diseño y arquitectónicos, calidad en los materiales o permisos de construcción”.
En México, continuó, “no estamos preparados para ser resilientes, somos más bien reactivos; reaccionamos ante el problema, pero nunca prevenimos. En este sentido nosotros tenemos el compromiso de fomentar la cultura de la prevención, y la idea de este proyecto es generar dicha cultura, ver las deficiencias de la construcción y su comportamiento sísmico, hacerlas más resilientes y que la sociedad se sume para que, ante un sismo, ya sepan cómo responderá su casa y así se prevenga un desastre”.
Como ejemplo mencionó el sismo de 2017, cerca de la Ciudad de México, el cual provocó el colapso de muchos edificios y que otros tantos se dañaran, pero no colapsaron y siguen en pie, siendo un peligro inminente si ocurriese otro evento de esta naturaleza: “En nuestro país no es tan atractivo invertir en prevención, que es indispensable porque mejor invertir en mantenimiento de las viviendas para que, a la hora de un sismo, no haya una pérdida total de las estructuras”.
Por lo tanto, siguió, “éste es un proyecto ambicioso que pretende generar resiliencia en la sociedad y una llamada de atención sobre lo que hemos hecho mal durante todos estos años. Pretende abordar el problemas desde distintas aristas. El grupo de trabajo de Morelos lo trabaja desde un ámbito social, el de la UNAM monitoriza (a través de drones y equipos especializados) las estructuras de los edificios; el de Michoacán se centra en estructuras que han sufrido daños por sismos; el de la UAM, en reforzamiento de edificios, muros y mampostería, y el de Chiapas en diagnóstico de edificios construidos con el reglamento nuevo”.
En el caso de la Universidad de Colima, dijo, “estamos trabajando con la parte experimental del ensayo de muros diafragma de mampostería con o sin daños, esto debido a que contamos con un muro de reacción, alineado en dos direcciones, en el que podemos construir prototipos a escala natural y someterlos a las acciones de sismos para ver su comportamiento y evaluar estructuras con daño previo y sin daños para poder proponer recomendaciones aplicables a los edificios que sufrieron daños en el sismo de 2017 y que siguen en pie, pero que de alguna manera no se han sometido a ningún proceso de reparación”.
Cabe destacar que la Facultad de Ingeniería Civil es una de las tres instituciones educativas del país que cuenta con este tipo de laboratorios.
Para este propósito, comentó, “se tiene prevista la realización de veinte prototipos en los que implementamos materiales con innovación tecnológica en procesos de rehabilitación, como es el uso de algunas fibras sintéticas o de acero. Para ello contamos con la ayuda de estudiantes que cursan los últimos semestres de la carrera”.
Por último, Alfredo Sánchez dijo que tanto la UdeC como el resto de las instituciones participantes, están a la espera de que el CONACyT apruebe la realización de la segunda y última etapa del proyecto.