Especialistas del INAH recuperan la torre campanario sur de la iglesia de la Santa Veracruz, afectada por incendio en 2020

Debido a su excelente manufactura, al uso de materiales y técnicas constructivas tradicionales y sólidas, así como a la pericia de los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la torre campanario sur de la iglesia de la Santa Veracruz, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, ha sido recuperada, luego de ser afectada por el incendio ocurrido en agosto de 2020.

Las labores de atención del inmueble histórico, el cual tiene su origen en una capilla del siglo XVI, continúan en tiempo y forma, gracias al compromiso y empeño que la Secretaría de Cultura federal, a través del INAH y de sus coordinaciones nacionales de Monumentos Históricos (CNMH) y de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), ha puesto para devolverle su esplendor.

El edificio histórico, atendido por los daños del sismo de 2017 y el siniestro referido, ha recuperado dicho elemento arquitectónico insigne, el cual fue construido a mediados del siglo XVIII, mientras que el campanario norte se terminó en el XIX, informó el director de Apoyo Técnico de la CNMH, Antonio Mondragón Lugo.

El arquitecto recordó que el sismo dañó de manera importante ambas torres campanario que flanquean la fachada principal: “al ser los elementos más altos y esbeltos de la edificación, fueron sometidos a grandes esfuerzos de torsión, debido a las vibraciones inducidas por la energía sísmica”.

Desde ese momento, indicó, se comenzó a trabajar en acciones de estabilización, mediante el apuntalamiento de los vanos para evitar que continuaran incrementándose los daños, mientras que se elaboraba el diagnóstico con el que se plantearía el proyecto de intervención del inmueble.

En esa circunstancia estaba la edificación cuando se suscitó el incendio al interior de la torre sur, el cual arrasó con el apuntalamiento de madera y también afectó la propia estructura del campanario; la lengua de fuego se extendió al coro, en la parte frontal del edificio, dañando el órgano monumental, así como algunos lienzos, vitrales y molduras de yesería con hoja de oro en el interior de la nave.

Las afectaciones del sismo, aunadas a las del incendio, llevaron a considerar la necesidad de desmontar el cuerpo del campanario sur, el cual presentaba fracturas y grietas en los cuatro costados, mismas que se incrementaron por la acción del fuego, la deformación geométrica y la desarticulación estructural del cuerpo arquitectónico, lo que comprometía seriamente su permanencia.

Tras obtener los recursos para realizar la intervención, se efectuó un proceso de exploración minuciosa y una evaluación técnica más completa, con la colaboración de un equipo de arquitectos, restauradores y estructuristas.

Lo anterior, refirió el especialista, permitió descubrir que este elemento arquitectónico cuenta con una notable manufactura de origen, en la que cada uno de los apoyos, constituidos por pilares cuadrados que se cierran con arcos de medio punto, fue aparejado con destreza por los constructores de la época. Se emplearon canteras resistentes y densas en la parte baja, en hiladas horizontales que se alternan con ladrillo de arcilla cocida y sillares de tezontle, que es más ligero.

“Aun con el desplomo que presentan, tanto la sección como las cualidades constructivas de los apoyos permiten que los centros de gravedad de cada uno de estos cuerpos se encuentren dentro del área de contacto con la torre, lo que hace que tengan una buena estabilidad por sí mismos. Por lo que había que volver a ligar esas cuatro grandes partes separadas por los efectos sísmicos, entrelazando nuevamente la mampostería fracturada, para restablecer la estabilidad del conjunto”, explicó.

Asimismo, en las partes superior y media del campanario se localizaron gualdras de madera al interior de los muros, formando cadenas de confinamiento, las cuales contribuyen a la resistencia de las mamposterías ante los esfuerzos de tensión y de torsión inducidos por los hundimientos diferenciales y los sismos; este anillo de madera se afectó casi en su totalidad con el incendio, pero cumplió su función estructural.

“Al conocer mejor el sistema constructivo y analizar todas estas cualidades, entendimos que era importante hacer un esfuerzo por la conservación del campanario, mediante un trabajo minucioso de restauración. Así, tras la revisión estructural se determinó que, si se reestablecían las condiciones estructurales originarias con los mismos materiales y sistemas constructivos, sin incorporar elementos ajenos o incompatibles, era posible su preservación”.

Para llevar a cabo la titánica labor, los especialistas de la CNMH del INAH contaron con la participación del equipo del Grupo Tares, empresa especializada en restauración arquitectónica y de bienes muebles, el cual, a decir de su residente de obra, Mariana Ramírez, trabajó de cerca con el personal del instituto, con quienes se desarrolló una propuesta para atender los daños en el inmueble.

Comentó que el zuncho de madera de la base del cupulín quedó calcinado por el incendio, además, los daños que tenía la mampostería eran severos, por ello se optó por liberar este elemento. Previamente, se hizo un registro meticuloso de selección y clasificación de cada pieza pétrea para su reutilización.

“Se desmontó el cupulín, se quitaron las piezas dañadas y se reemplazaron, y se volvió a montar. Por las afectaciones, se sustituyó 30 por ciento del total del material, se respetó la estereotomía y las dimensiones de cada una de las hiladas y se volvió a integrar el zuncho de madera”, detalló la arquitecta.

En las próximas semanas, adelantó, se colocarán las campanas, para ello, se analizan los sistemas de sujeción, pues se buscará reutilizar las mismas vigas de madera, las cuales se analizaron estructuralmente mediante pruebas de carga, cuyos resultados demuestran que son aptas para volver a usarse como yugos.

“Al interior del inmueble se hicieron limpiezas, se sustituyó el apuntalamiento de los arcos del coro y el sotocoro, los cuales se incineraron, además de registrar, de manera más completa, los daños. En los procesos de planeación y ejecución del proyecto atendimos las indicaciones del INAH, quien supervisó en todo momento”, resaltó la especialista.

La directora de Conservación e Investigación de la CNCPC del INAH, Ana Bertha Miramontes Mercado, comentó que la coordinación a la que está adscrita ha recuperado las pechinas del altar principal del templo, elementos que cuentan con representaciones pictóricas, las cuales se dañaron por el calor y el hollín del incendio, por lo que los restauradores de Grupo Tares limpiaron e hicieron una serie de consolidaciones, resanes y reintegración cromática en la pintura mural.

Asimismo, se restauró uno de los candiles históricos que estaban cerca del coro, cuyo barandal también fue recuperado, y se restituyeron los vitrales; el portón de madera fue tratado y nivelado, y se atienden algunas pinturas de caballete con afectaciones derivadas de la cercanía con el fuego.

Por último, refirió que durante las intervenciones en la torre campanario sur se halló una cápsula del tiempo, integrada por documentos que son analizados por especialistas de la CNCPC.