El discurso en contra de la corrupción es el eje de la narrativa de la 4T y además ello le permitió a AMLO ganar la elección en el 2018 con un amplio margen de votos y, para aterrizar el discurso con los hechos, el gobierno diseñó una estrategia para encarcelar al ícono de la corrupción mexicana en la persona de Emilio Lozoya, a quien le giro orden de aprehensión, se fugó, lo extraditaron, lo beneficiaron dejándolo libre y 16 meses después, lo encarcelaron y así empezó “a pagar el pato” que se cenó en el restaurante chino Hunan.
El caso de Lozoya no es un triunfo de la justicia, sino la exhibición de cómo la justicia se tardó 16 meses en llevarlo a prisión. El descrédito ya era muy fuerte para el fiscal Alejandro Gertz Manero y para el propio gobierno federal, por la impunidad que se exhibía en el caso Lozoya, que a la fecha acreditó únicamente que “chamaqueó” a la justicia mexicana, al no aportar ninguna prueba contundente de sus dichos.
Emilio Lozoya confesó los actos graves de corrupción que cometió y no obstante eso, contó con la más amplia tolerancia de la Fiscalía General de la República y de los propios jueces, que le concedieron 7 prorrogas para que aportara las pruebas que afirmaba tener y que, al final, no aportó.
Lo único cierto y probado es que Emilio Lozoya confesó que la empresa brasileña Odebrecht le depósito 10.5 millones de dólares en sus cuentas, las propias, las de su familia y la de sus operadores de confianza. Lozoya afirma que esos millones fueron para financiar la campaña de Peña Nieto y para sobornar legisladores para que aprobaran la reforma energética y que también pagó al gobierno de Calderón para que éste aprobara una planta de etileno.
Luis Meneses, uno de los representes para México de Odebrecht, declaró que: “en el caso de México, nunca se le pidió dinero para financiar la campaña de Peña Nieto, ni para la construcción de una planta de etileno, ni mucho menos para la reforma energética. El dinero se lo entregó Meneses a Lozoya para que éste gestionara contratos de Pemex para la empresa brasileña. Y Meneses insistió en que está dispuesto a declarar sobre ese tema ante la justicia mexicana.
Está demostrado por la propia Fiscalía a dónde fue a parar el dinero de Odebrecht: a Lozoya. No existe constancia alguna que de las cuentas de Lozoya el dinero de la empresa brasileña se haya dirigido a Peña, o a funcionarios de su gobierno, al PRI o a funcionarios del gobierno de Calderón. Sencillamente, el dinero fue para sobornar a Lozoya y éste lo utilizó en su beneficio para adquirir inmuebles y para depositar millones en el extranjero.
Con la detención de Lozoya, los 17 denunciados por él y los 70 personajes acusados de corrupción en las mañaneras por el presidente AMLO, de seguro buscaran una reparación del daño, se sabe que ya preparan las demandas por daño moral.
Lo grave aquí es que el presidente AMLO tomó a Emilio Lozoya como el emblema de la corrupción de la 4T y sus dichos y acusaciones le sirvieron al presidente AMLO como argumentos para denunciar la corrupción del pasado y justificar haber echado abajo la reforma energética de Peña Nieto, porque supuestamente se veía aprobado con base en sobornos.
Después de 16 meses, el presidente AMLO mandót el mensaje al Fiscal de que Emilio Lozoya era una carga para la 4T y también para la contrarreforma energética que, al igual que Lozoya, estaba ya haciendo crisis. Hay mucha coincidencia con la detención de Lozoya y la caída de la reforma energética, la que los propios diputados de Morena posponen para abril del 2022.
Así, el discurso presidencial fue derrotado en el combate a la corrupción por el caso Lozoya y también se derrotó la contrarreforma energética. Queda claro también que su detención tiene mucho qué ver con tres cosas: una, la cena en el restaurante Hunan, que indignó a la población mexicana por presumir la impunidad de la que gozaba un delincuente confeso; dos, la asistencia del presidente este 8 de noviembre, al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para abordar el tema de la corrupción; con Lozoya libre hubiera causado risa en la ONU el discurso presidencial y tres, el daño que le estaba haciendo Lozoya a la contra reforma energética.
Habría que recordar que Emilio Lozoya fue extraditado de España a México en el momento de más baja popularidad del presidente, haberlo traído a México funcionó, pues repuntó la popularidad del presidente, pero después, al paso de los meses, el caso Lozoya ya no ayudó, como se demostró en la elección del 2021.
Además, lo que en un principio fue un escandalo por las declaraciones de Lozoya y por las personas a quienes acusó, fue perdiendo credibilidad y a la gente le fue quedando claro que Lozoya fue dejado en libertad a cambio de declarar lo que el presidente quería que dijera, con pruebas o sin pruebas, eso se empezó a percibir en el ánimo de la gente.
Al momento, Lozoya según la fiscalía, se puede fugar y por esa razón cambió la medida precautoria y solicitó su encarcelamiento, la Fiscalía declaró que era escandaloso y ominoso que se le haya visto en ese restaurante de lujo, lo que constituyó una falta de respeto y una provocación hacia la sociedad, y yo diría una burla para el fiscal y un ataque a la credibilidad de la 4T en materia de corrupción.
La Fiscalía declaró también que en ningún momento Lozoya ha entregado el dinero que tiene de Odebrecht para reparar el daño y que el imputado siempre ha manifestado una actitud violenta, reticente, evasiva y grosera hacia la autoridad.
La Fiscalía agrega: “Esta actitud denota la intención de obstaculizar el avance de la secuela procesal. Busca a toda costa, gozando de la libertad que tiene, no asumir las obligaciones que conlleva estar siendo procesado”.
O sea, se comportaba con la arrogancia propia de quienes se sienten intocables y en este caso, protegido por quienes lo han utilizado, que son los mismos a los que él ha “chamaqueado”.
No hay duda que Lozoya pagó el pato y que la contrarreforma eléctrica se está apagando.