*La profesora Lucila Gutiérrez señaló que existen en los nombres numerosos casos de cosificación, des-personificación y animalización, con frecuencia en nombres femeninos.
Como parte del XIX Congreso Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura (CONELL) que tuvo como sede la Universidad de Colima, se impartió en días pasados la conferencia magistral “Antropónimos femeninos y cosificación”, a cargo de la académica Lucila Gutiérrez Santana, quien explicó cómo las personas pueden ser cosificadas o bien despersonalizadas con una palabra o nombre.
Explicó que, en la Lingüística, la disciplina que se encarga del estudio de los nombres de pila es la Onomástica, que a su vez abarca el estudio de nombres y apellidos (antropónimos), nombres de pueblos (gentilicios) y de lugares (topónimos), entre otros: “Los nombres de personas, lugares, objetos y animales (reales o ficticios) obedecen a reglas sociales y lingüísticas que varían por regiones y tiempos; son estudiados por la Onomástica u Onomatología: la ciencia de los nombres”.
En este sentido, la conferencista dijo que la Onomástica contribuye a los estudios del lenguaje y su uso, clasificando sus objetos de estudio en tres grandes categorías: la toponomástica, la antroponomástica y la crematonimia, que estudian los nombres de lugar, de persona y de objetos, respectivamente.
A su vez, señaló que la posesión de un nombre propio ha sido desde tiempo inmemorial el privilegio de todo ser humano, y que dichos nombres desempeñan un papel tan importante en las relaciones humanas que, con frecuencia, “son dotados de poderes mágicos y rodeados de supersticiones y tabúes. Las razones de la elección del nombre son, a la vez, lingüísticas (etimología, eufonía, norma de un dialecto y tiempo precisos) y extralingüísticos, ya que aluden con frecuencia a las historias de vida de quienes los eligen”.
En cuanto a la cosificación, explicó que se trata de un tipo de metáfora denigrante mediante la cual una persona es degradada con el nombre de una cosa, y se encuentra en el lenguaje común al igual que la animalización: “Así, podemos referirnos a un tonto como como tarugo, es decir, el trozo de madera inútil y sobrante que desprecia un carpintero”, ejemplificó.
Explicó el fenómeno de la “des-personificación” como un proceso lingüístico en el cual se rebaja a la persona a una posición inferior del ser (tomando al ser humano en el nivel más alto), siendo el caso de ciertas animalizaciones de personas: “Si bien es más común que se encuentre en apodos, también se rebaja al ser humano al cosificarlo; una de las formas en que se le cosifica es al nombrarlo con sustantivos propios de objetos como piedras preciosas, lugares, flores u objetos de la vida cotidiana”, enunció.
Como parte de su presentación, Gutiérrez Santana analizó una pequeña lista de nombres femeninos que son ejemplo del fenómeno lingüístico de la cosificación y recurren a plantas y flores, tales como Jazmín, Azucena, Rosa, Dalia, Margarita, así como nombres de objetos valiosos como Rubí, Ágata, Perla, Gema, Esmeralda o Zafiro, además de algunos animales: Paloma y Alondra. De igual manera, añadió, esto ocurre con lugares o territorios en el caso de América, Grecia, Kenia, Belén o Sinaí, así como en algunos fenómenos de la naturaleza como Alba, Aurora, Brisa, Celeste, Lluvia, Rocío y Lucero.
Finalmente, la investigadora señaló que existen numerosos casos de cosificación, des-personificación y animalización, con frecuencia en nombres femeninos, y que esto se puede analizar a través de las definiciones de palabras, ya sea una flor o piedra preciosa: “Al nombrar se convierten en antropónimos, pero sigue presente su origen para nombrar objetos concretos o abstractos”, aclaró.
Lucila Gutiérrez Santana es doctora en Lingüística por la Universidad de Concepción, Chile; maestra en Lingüística y licenciada en Letras y Periodismo, y actualmente se desempeña como académica en la Facultad de Letras y Comunicación de la UdeC.