La pandemia de la COVID-19 ha trastocado el ejercicio de las prácticas sexuales en todo el mundo, su propagación a través del aire, al toser y estornudar; al tocar o estrechar la mano de una persona enferma, supone precauciones extremas y, sin embargo, como expresaron cuatro activistas, debe reconocerse que la actividad sexual no puede detenerse, incluso, en estos tiempos.
El maestro en salud pública Ricardo Baruch Domínguez; Nicole Finkelstein Mizrahi, directora de AIDS Healthcare Foundation (AHF) México; Alain Pinzón, miembro y fundador del Grupo “Silvia Rivera”, Mujeres y Personas LGBT, de Amnistía Internacional–México; y el periodista Gabriel Gutiérrez García participaron en un conversatorio virtual sobre este tema, en el marco de la XIX Semana Cultural de la Diversidad Sexual.
En el evento, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en coordinación con la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), se indicó que por prácticas sexuales se entienden a aquellas donde existe una cercanía corporal significativa, caso del sexo coital y oral. No obstante, bajo el contexto de la propagación del virus SARS-CoV-2, un simple “faje”, besos y abrazos, suponen un riesgo de contagio.
Sobre las alternativas, Baruch Domínguez resaltó las recomendaciones a la ciudadanía, por parte de los gobiernos y colectivos de Estados Unidos y de Europa, así como de México a partir de la sociedad civil, en cuanto a reducir el número de parejas sexuales y limitar ciertas prácticas como el uso de los llamados “gloryhole” en los inodoros públicos, los cuales sirven para el encuentro anónimo entre la comunidad homosexual.
En la transmisión realizada por el canal de la Coordinación Nacional de Antropología (CNAN) del INAH, en YouTube, en sintonía con la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, Alain Pinzón, quien forma parte del grupo comunitario de apoyo VIHve Libre, señaló que durante el confinamiento para evitar el contagio de COVID-19, ha disminuido la detección y prevención del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y otras enfermedades de transmisión sexual.
En su opinión, “todo está absolutamente enfocado en el nuevo coronavirus. Por ahora no hay un plan de cómo las personas con VIH van a regresar a su atención clínica; y por el otro, deberíamos hablar también de pruebas de detección del SARS-CoV-2 para este sector, pero también para detectar otras enfermedades como la sífilis y la hepatitis”.
Baruch Domínguez hizo la observación de que no se ha brindado suficiente información sobre las recomendaciones particulares para ejercer la vida sexual en esta circunstancia, “porque se asume que, al permanecer en casa, se limita la ‘interacción’ entre personas”, acotó.
“Tras los primeros meses de la crisis sanitaria, a partir de junio hubo una nueva apertura de los lugares de encuentro e intercambio sexual, en lugares públicos, etcétera, lo cual también refleja la manera en que la comunidad gay se ha construido cultural y socialmente alrededor de estos espacios. En ese sentido, la pandemia no detiene esta situación, es parte fundamental de nuestras vidas y, por lo tanto, sí era necesario encontrar alternativas”.
Por su parte, Nicole Finkelstein, directora de AHF México, dijo que la actual pandemia ha revelado las deficiencias de larga data que padecen los sistemas de salud y educativo, y cómo la falta de información clara y oportuna, incide en la percepción de los riesgos que asumimos en nuestras prácticas sexuales: “Hay recursos que tenemos a la mano, como nos han enseñado asociaciones involucradas en la lucha contra el SIDA, desde hace más de 30 años, si a esto sumamos las recomendaciones para evitar contagios por COVID-19, tenemos una combinación de formas para ejercer libremente la sexualidad”.
El también activista Gabriel Gutiérrez hizo hincapié en que este contexto sitúa a la comunidad LGBTTTI, en una posición vital para innovar sus espacios de encuentro como es la implementación de cabinas al aire libre, entre otras acciones, lo que debería conllevar políticas públicas que los regulen.
En México, concluyó, “estos lugares no son ilegales, pero se encuentran en el limbo. Junto con los colectivos que se han ido poniendo al día, los gobiernos deben ‘ponerse las pilas’ para visibilizar esta problemática y regularla, ¿qué quiere decir?, que la gente, el gobierno y los usuarios sepan de estos espacios. Taparse los ojos jamás ha sido buena idea”.