Luego de su muerte, aquel hombre que al morir debió tener entre 21 y 35 años, fue depositado al interior de un petate junto con un pequeño molcajete a modo de ofrenda. Así permaneció por más de un milenio, enterrado debajo de la tierra, misma que, si bien disgregó el material orgánico de su fardo funerario, preservó notablemente su osamenta, posición y reliquia cerámica.
Hoy, los remanentes de este individuo, recuperados por expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se convierten en uno de los primeros entierros humanos prehispánicos reportados ‘completos’, fuera de cuevas secas, en el área cultural denominada como Suroeste de Tamaulipas.
En entrevista, y como parte de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, el antropólogo físico Jesús Velasco González y el arqueólogo Vanueth Pérez Silva detallaron que fue el pasado 8 de julio cuando los habitantes de San Lorenzo de las Bayas y de Ocampo, quienes construían la cimentación de un tinaco elevado, notificaron al Instituto el hallazgo de la osamenta.
Así, durante los dos días inmediatos a la denuncia, los investigadores del Centro INAH Tamaulipas se trasladaron a San Lorenzo –comunidad ubicada al norte de la Pamería y de la Huasteca, y conectada por un camino de terracería de 40 km de distancia con la cabecera municipal de Ocampo– para recuperar los bienes culturales y dar continuidad a la obra hídrica, la cual es necesaria para el abasto de agua del pueblo, la cual desciende desde los riscos de la Sierra Madre Oriental.
Tras reconocer la gran conciencia histórica de los habitantes de San Lorenzo, quienes en el pasado han llevado al INAH y a otros investigadores a registrar diferentes contextos arqueológicos en sitios a cielo abierto, cuevas o, incluso, manifestaciones gráfico-rupestres prehistóricas e históricas en las lindes del río Infiernillo, cercano al lugar del hallazgo, el antropólogo físico Jesús Velasco destacó la importancia de que, pese a su contexto fortuito, tanto la osamenta como el molcajete se hayan recuperado completos.
Abundó que el esqueleto se ubicó en posición sedente y flexionado, guardando en su acomodo evidencia que el joven fue colocado dentro de un fardo funerario.
A su vez, el arqueólogo Vanueth Pérez comentó que el único objeto asociado al difunto era el molcajete, el cual es trípode y se teoriza data del periodo Clásico de la región, fechado entre los años 400 y 700 de nuestra era. Es probable que, originalmente, el recipiente estuviera encima del bulto mortuorio.
Cabe destacar que en esa zona, dada la presencia de sitios arqueológicos no abiertos a la visita pública como los nombrados Cuitzillos de Fermín y La Coma, así como de tradiciones cerámicas como las denominadas Río Verde de Tula o San Lorenzo de la Sierra Madre Oriental, se anticipan más estudios para precisar la temporalidad y asociación cultural de los elementos y, en el caso de los restos óseos del individuo, ahondar en su edad, patologías, saber si tuvo deformación craneal intencional y la causa de su muerte.
Por ahora, los bienes patrimoniales se investigan en el Laboratorio de Osteología del Centro INAH Tamaulipas. Los expertos señalaron que al haberse recuperado mediante un rescate arqueológico, futuras temporadas de campo requerirán de otra figura de intervención, de allí que se contemple estudiar el contexto mediante los proyectos Biocultural de Cuevas Mortuorias de Tamaulipas o Arqueológico del Suroeste de Tamaulipas.
Asimismo, detallaron que, de acuerdo con sus observaciones durante el rescate, cerca del sitio hay al menos dos entierros más, sin embargo, estos no estaban comprometidos por la construcción del tinaco elevado, por lo que permanecen in situ, apoyados en su resguardo por la propia comunidad.
Homenaje a investigadores pioneros
El cañón del río Infiernillo ha sido habitado durante milenios, desde pequeños grupos de cazadores-recolectores en la prehistoria, hasta pueblos sedentarios que van del periodo Formativo al siglo XVI, lo cual le vuelve una región de notable interés arqueológico.
De hecho, señalaron los investigadores del Centro INAH Tamaulipas, en Ocampo se ubican también las Cuevas de los Portales, mejor conocidas en la academia como Cuevas de Romero y Valenzuela. En ellas, en 1937, se halló un contexto que ha resultado clave para el estudio del origen de la agricultura y del sedentarismo en Mesoamérica.
En aquel año, dos integrantes de los entonces departamentos de Arqueología y Antropología del Museo Nacional, Javier Romero y Juan Valenzuela, se trasladaron desde la Ciudad de México a Ocampo para atender una denuncia ciudadana.
Guiados por los lugareños, identificaron en la cueva restos óseos dispersos y elementos botánicos prehistóricos, siendo estos últimos los que, décadas más tarde, llamaron la atención del investigador norteamericano Richard MacNeish.
Este arqueólogo pudo precisar que los fragmentos de maíz, frijol y calabaza de la cueva tenían, respectivamente, 4,300, 1,300 y 6,300 años de antigüedad antes del presente.
Sobre el tema específico del maíz, Jesús Velasco subrayó que no obstante que no es tan antiguo como el de las cuevas de Guilá Naquitz, en Oaxaca, o el del contexto que el propio MacNeish hallaría después junto con Ángel García Cook en Tehuacán, Puebla, “sí contribuyó a reconstruir la historia de la agricultura en México”, a partir de un hecho clave como fue la domesticación del teocintle.
De este modo, finalizan Jesús Velasco y Vanueth Pérez, los restos del individuo recién descubierto y la probabilidad de ubicar una zona de enterramientos antiguos, reafirma el potencial cultural de la región y, en una lectura más profunda, rinde homenaje tanto a las Cuevas de Romero y Valenzuela, como a la conciencia patrimonial de los habitantes de San Lorenzo y de Ocampo.