Hace unos días el presidente Andrés Manuel López Obrador, insatisfecho con los pronósticos de caída de la economía mexicana, comentó que estaba preparando un nuevo índice más aproximado a la realidad, que mediría no sólo el crecimiento, sino también el bienestar, la desigualdad social y la felicidad del pueblo. Este nuevo índice, a decir del presidente, será alternativo a la medición de Producto Interno Bruto.
Sumado a esto, el presidente ha venido publicado en las redes sociales varios videos en los que busca difundir la idea de que la marcha económica del país era muy buena hasta la llegada del Covid-19. Parafraseando al presidente, existen otros datos que desmienten sus afirmaciones.
El año pasado México experimentó una grave contracción económica, la primera desde la crisis global del 2009. Ésta se reflejó en varios sectores, como la construcción y la producción industrial, que ya experimentaban más de un año de ininterrumpidas caídas mensuales.
En el cuarto trimestre de 2019, 22 entidades federativas reportaron caídas en su actividad económica. Más específicamente, 15 estados cerraron 2019 en recesión técnica. En el terreno social, en 2019 se observó un consumo prácticamente estancado y la inseguridad alcanzando sus máximos históricos, con casi 100 homicidios diarios.
A pesar de que el combate a la corrupción es una de las banderas del gobierno, los logros en esta materia tampoco se mostraban avances. Según los datos de la
Encuesta de Calidad e Impacto Gubernamental referentes a 2019, la tasa de víctimas de actos de corrupción aumentó en 7.5% con respecto a 2017. Un retroceso significativo.
Aunque no se pueden prever los fenómenos azarosos de la naturaleza, todo gobierno está obligado a considerar su posibilidad y sobretodo tomar las medidas adecuadas cuando estos se presenten. La responsabilidad del mandatario en turno es la de enfrentar esos fenómenos, primero, preservando vidas, y en seguida reactivando los estragos causados en la economía. La respuesta que cada mandatario ofrezca para paliar los efectos económicos adversos determinará la profundidad que tendrán y cómo afectarán la vida de las personas.
En cuanto al empleo, el INEGI reportó que en abril 12 millones de personas perdieron su trabajo, dos millones de empleos formales y diez millones del sector informal. Según el mismo instituto, hay en México 5.9 millones de personas subocupadas, queriendo trabajar más horas, pero que no pueden hacerlo por la escasez de oportunidades.
En relación al comercio, las exportaciones de mercancías registraron en abril su peor caída desde marzo de 1986 (-41%). En específico, las exportaciones automotrices cayeron 79%. Las estimaciones sobre los posibles efectos superan cualquier registro y nos posicionan entre los países con peor desempeño para 2020.
La situación es muy grave. El mercado estima una caída promedio entre -7% y -8% para 2020. Banxico planea un escenario pesimista con una caída del orden del -8.8% en el PIB. Estamos frente a la caída económica más drástica desde 1930.
El CONEVAL estima que para el cierre del segundo trimestre de 2020 habrá más de 70 millones de personas en México que no contarán con un ingreso suficiente para cubrir la línea de bienestar individual.
El presidente López Obrador dice tener dominado el problema económico, presume variables –remesas, tipo de cambio y precio del petróleo– que él no controla. El presidente piensa que los empleos se crean por decreto.
Al explicar su plan para crear 2 millones de empleos, sorprendió encontrar en él, considerados como empleos, que un millón corresponden a créditos para vivienda del INFONAVIT y del FOVISSSTE.
El millón de empleos para los que sí ofrece una fuente de empleo provienen de sus programas sociales, de las grandes obras públicas en marcha, así como de las contrataciones médicas para atender la emergencia del COVID-19 y la Guardia Nacional. Preocupa que estos empleos son en su gran mayoría temporales.
Los organismos nacionales e internacionales han sido claros al señalar este punto: la inacción del gobierno ocasionará que los efectos adversos de la pandemia se prolonguen más allá del 2021.
El presidente tiene razón cuando afirma que el PIB no es una medida suficiente para medir el bienestar pero es importante mencionar que ya existen diversos índices de bienestar como el “Índice de Progreso Social”, que incluye variables para medir necesidades humanas básicas, fundamentos del bienestar y oportunidades.
Este indicador nos ubicamos en la posición 55 de 149 países. Esto no es muy diferente a si nos comparamos con el mismo grupo de países en términos del PIB per cápita, al ubicarnos en la posición 54. Además, también existe el “Índice de Desarrollo Humano” e incluso el INEGI ya realiza una medición de bienestar subjetivo (BIARE Ampliado).
El diagnóstico ya está hecho. Sabemos que tenemos un gran camino por recorrer para progresar en materia seguridad pública, educativa, científica, y de salud, entre otros. Sin embargo, debido a la crisis, cada día que pasa corremos el riesgo de retroceder. Si la economía cae, el bienestar de los mexicanos también cae. Prueba de esto son las 6 millones de personas que, frente a la actual coyuntura, caerán en la pobreza extrema, así como la crisis social que surgirá a partir de la pérdida de empleos.
La tarea más urgente es la de preservar el empleo, que se traduce en bienestar. En este sentido, implementar el #SalarioSolidario es el camino correcto para asegurar que no se pierdan más empleos.
Hacemos un nuevo llamado al presidente López Obrador para que reconsidere, para que se dé cuenta que cada día que pasa el bienestar de los mexicanos empeora como resultado de la crisis que estamos experimentando y que no se ha enfrentado debidamente