Era cerca de la 1 de la tarde del lunes 22 de abril de 2019, nos dirigíamos a toda velocidad hacia el kilómetro 123 de la autopista Colima-Manzanillo, cerca del poblado de Turla perteneciente al municipio de Ixtlahuacán, para captar una nota sobre el primer aniversario de un suceso que había conmocionado a toda una sociedad, la misma que parece vivir siempre dentro de celulares y aplicaciones tecnológicas pero que en esa ocasión se solidarizó con una familia.
Una vez pasado el retorno arribamos al lugar, justo a 20 minutos de la capital colimense. AL momento que descendí del vehículo pude sentir el calor asfixiante característico del estado y que a esa hora dejaba caer su poder con mayor fuerza.
No tenía una idea concreta sobre lo que me esperaba, regularmente nunca se tiene cuando te piden acercarte a familiares de personas accidentadas, lo primero que vi fue a un hombre y a una mujer colocando una lona con una fotografía y un texto, a solo unos metros del borde de la autopista en el árbol más alto que había en esa área. El hombre era el que se encontraba casi en la cima del árbol ajustando las sogas, ambas personas se veían muy interesadas en que la información que contenía esa lona fuera visible para los transeúntes. Esperé unos minutos hasta que estuviera bien colocada para leer bien el texto: “CHOFER RESPONSABLE Gerardo Rafael Bartolo Campos SI LO VES… DENUNCIA”.
Palabras concisas que reflejan el dolor de una familia, me quedó muy claro que no buscan pagar una muerte con otra, ellos buscan algo más difícil de conseguir, sobre todo en este país: Justicia legal.
“Era el 21 de Abril de 2018, en plena temporada vacacional de semana de pascua una familia colimense regresaba de las playas de Manzanillo, se encontraba transitando en la autopista hacia Colima, sin imaginar que en el kilómetro 123 de dicha autopista un contenedor de un tráiler se desprendería y caería justo encima de ellos, ocasionando la muerte de diez de los pasajeros del auto, cinco de ellos eran menores de edad. De todos los tripulantes del auto solo uno de ellos sobrevivió. Por su parte, el chofer del tráiler responsable del accidente fue encarcelado, para ser liberado al poco tiempo, hasta el momento se encuentra prófugo de la justicia.”
Y así con Gerardo Rafael Bartolo Campos prófugo, es como recordaban los integrantes de esta familia a sus seres queridos en su primer aniversario luctuoso.
Decidí continuar caminando hacia los demás integrantes quienes portaban camisas rotuladas con las fotografías de las personas fallecidas, lo cual pude comprobar al ver que coincidían con la cantidad de nombres escritos en la placa (Posteriormente una amiga de la familia tomaría como ejemplo las fotografías de las camisas para explicar a otro periodista la relación entre cada uno de ellos), en ese momento ya rodeaban las cruces de los fallecidos y habían colocado cinco botellas de agua, una coca-cola y una cerveza, característica peculiar de los mexicanos, quienes nos rehusamos a creer que los espíritus ya no regresan.
Fijando la mirada en las cruces me di cuenta del sentimiento que provoca el ver tantos nombres en un solo lugar, en un accidente tan trágico sería común imaginar la carga energética que podría albergarse ahí, sin embargo, el ambiente era tranquilo, comentan los que saben sobre esos temas que se debe a que no tienen pendientes en este mundo, se han ido tranquilos.
Estuve algunos minutos pensando si debería acercarme a preguntar por una entrevista o esperar para observar cuál sería su actividad siguiente, al final opté por lo segundo y cerca de la 1:30 los familiares, quienes eran cerca de diez, se reunieron de nuevo alrededor de las cruces y una de las señoras con mayor edad tomó un rosario de su bolsa y comenzaron los rezos correspondientes.
La realidad es que para cualquier periodista el tiempo extra antes de la entrevista podría ser una ventaja, en este caso me limité a observarlos y tratar de entender qué se puede preguntar a alguien que ha perdido a diez de sus familiares al mismo tiempo, a alguien que ha sentido ese dolor de forma multiplicada, a alguien que ha tenido que llevar a cabo una procesión con más de 3 carrozas fúnebres y que ha llorado por el alma de una madre, una hermana, o un hijo sin tiempo de procesar lo que está pasando porque el cuerpo se descompone y deben realizarse los entierros lo más pronto posible.
Tras 20 minutos de rezar el rosario, una de las jóvenes que portaba una sombrilla, camisa rotulada y lentes oscuros se acercó a otros dos periodistas y a mí, al ver las cámaras pidió amablemente solo tener una entrevista de voz.
Por cuestiones de seguridad pidió nos refiriéramos a ella como Yerania, solo así.
Su semblante lucía decaído y se fue deteriorando a medida que avanzaban las preguntas. Lo inicial fue rememorar un poco de lo acontecido hacía un año. Yerania comentó que su hermana, su mamá y su hijo formaban parte de los fallecidos en el accidente y que aunque por mucho tiempo se rumoró que había una embarazada entre los fallecidos eso no era así, era su hermana, que estaba algo “rellenita”. También, con un poco de enojo en su voz aclaró que el auto en el que viajaba su familia se encontraba en movimiento, no estacionados, como se manejó en diversas versiones.
Ella sola comentó que lo que buscaban en este momento era justicia, cuando comenzó a hablar de este tema se acercó una joven que dijo ser amiga de la familia, se paró por un lado de Yerania con una sombrilla en mano y de vez en vez la ayudaba a completar alguna frase, con un característico acento chicano.
Para esto, Yerania hacía hincapié en el proceso poco formal que se había llevado contra Gerardo Bartolo, tras haber sido detenido en el momento del accidente, fue liberado posteriormente sin aclaración alguna.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al cuestionarla sobre las edades de los fallecidos, poco a poco su voz se quebró y se redujo a un: “No puedo decirlo, murieron varios niños, entre ellos mi hijo”, ahí entendí la dificultad del habla, cuando no es que no quieras hablar sino que no puedes, algo enmudece el alma llenándola de recuerdos tristes que impiden siquiera recordar a aquella persona sin derramar una lágrima. Enseguida otro periodista y yo le aseguramos no habría problema en cambiar de pregunta, preferíamos no obtener respuesta a causar el movimiento de un recuerdo en pleno neutralismo.
Durante el último cuestionamiento pidió hacer un llamado a las autoridades a tomar como ejemplo el caso de su familia, ya fuera por segundos, a ellos les había tocado y de cierta forma habría podido prevenirse de haberse llevado a cabo una inspección detallada, aún con la voz entrecortada hizo remembranza de algunos accidentes viales ocurridos en el mismo punto que habrían podido evitarse. Para la familia, el encontrar al prófugo y lograr un cambio en las leyes regulatorias de seguridad en tráilers es su prioridad, es la única forma de aligerar las cruces de sus fallecidos, hacer de la desgracia un aprendizaje y lograr un cambio con él. En días posteriores al accidente realizaron una marcha en la ciudad de Colima encabezada por la petición de una revisión más examinada a tractocamiones y trailers sin hasta el momento tener una respuesta favorable.
Para cuando la entrevista terminó los asistentes se encontraban dispersos, agradecí a Yerania el tiempo prestado a la prensa y pregunté si podría utilizar las fotos que tomé para ilustrar la nota, ante esto ella accedió con toda amabilidad y agradeció nuestra presencia, comencé mi camino hacia la camioneta y no volteé más, mi último recuerdo es el de la amiga de blusa negra de Yerania platicando con un periodista y señalando la lona del prófugo como dándole más detalles del susodicho.
Nos retiramos de ahí con muchas incógnitas sin resolver y con el amargo sabor que deja un suceso que pudo haber sido diferente, ya sea por unos segundos de tiempo o por una ley regulatoria efectiva que garantice la seguridad de los contenedores.
Difícil es saber que hubo otro auto implicado en este accidente, el cual solo obtuvo daños materiales y que en su momento las personas que auxiliaron a la familia de Yerania solo pudieron rescatar con vida a un menor de edad, uno de tantos que se encontraban ahí.
Ahora, en el kilómetro 123 de la autopista Colima-Manzanillo permanecerán 10 cruces vigilantes de la seguridad que nos recordarán que una familia colimense entera debió sufrir para lograr un cambio en la regulación de seguridad, 10 vidas a cambio de una ley, un precio que debe pagarse en México.
Por Mariana Viveros Suárez