*Se trataba efectivamente de una Panteón Prehispánico cuya antigüedad ronda los 1 mil 700 años.
Alfredo Quiles Cabrera
Restos óseos de al menos 12 individuos que podrían representar una pequeña ventana a lo que fue un gran panteón prehispánico de la fase Comala (0-500 d.C.) fueron hallados por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el centro de la ciudad de Colima.
En un comunicado, el Instituto detalló que en la tumba de tiro localizada en días pasados también se encontró evidencia de más huesos y una ofrenda compuesta por dos esculturas, una olla y un cajete.
Al respecto, el arqueólogo Rafael Platas Ruiz, del Centro INAH-Colima, informó que las osamentas pertenecen a una docena de adultos de sexo masculino, cuya antigüedad ronda los mil 700 años.
Los restos se hallaron a una profundidad de 84 centímetros debajo de la plancha de concreto durante los trabajos de remodelación de la iglesia Adventista del Séptimo Día, donde se detectó una oquedad de 50 cm de diámetro, que fue sellada con piedras de diversos tamaños.
La tumba de tiro de forma ovalada mide 1.60 metros en su eje norte-sur y 2 metros en el este-oeste se denominó osario porque contenía una serie de restos colocados de manera secundaria, es decir, no presentaban posición anatómica.
En su oportunidad, la antropóloga física Rosa María Flores Ramírez, del Centro INAH-Colima, señaló que varios de los individuos presentan deformación craneana del tipo tabular erecto, otros huesos refieren una complexión muy grácil y algunas alteraciones de la salud, como desgaste dental.
Los especialistas identificaron tres niveles de enterramiento, y en el segundo se encontró una ofrenda integrada por cuatro objetos cerámicos, entre ellas dos esculturas antropomorfas de rasgos masculinos y femeninos, respectivamente, dispuestos boca abajo en asociación directa a dos cráneos, a una profundidad de 1.60 metros.
La primera figurilla, detallaron, alude a un personaje masculino de pie con cuerpo robusto que exhibe un tocado elaborado que culmina en la frente con una protuberancia a manera de un cuerno y en sus manos lo que parece ser un hacha.
La segunda escultura representa a una mujer de cuerpo ancho, con cabeza triangular y nariz aguileña, cuenta con una banda a modo de tocado y tiene las manos cruzadas, en la derecha sostiene un recipiente en forma de cajete; sus medidas son 32 centímetros de alto por 14 centímetros de ancho.
Los otros dos objetos de la ofrenda son una olla globular de cuello corto que termina en un borde redondeado y un cajete manufacturados bajo la técnica del modelado de una pasta fina que fue pulida, los rasgos faciales se representaron con esgrafiado e incisiones, posteriormente fueron decoradas con pintura color rojo ocre al igual que la olla.
“La presencia de estas piezas en la ofrenda hacen alusión a la cosmovisión de los grupos que habitaron el valle de Colima en dicho periodo. Las esculturas fungían como elementos propiciatorios que aseguraban la protección de los difuntos y los otros objetos cumplían la función de llevar los requerimientos al inframundo”, señaló Rafael Platas.
Los investigadores del Centro INAH-Colima subrayaron que el hallazgo de esta tumba de tiro en la capital del estado es de gran valor, debido a que se encontró sellada; existen registros de este tipo de espacios funerarios pero en su mayoría saqueados.
“Esto nos permitió tener un primer acercamiento con los restos óseos, observar las lesiones, deformaciones y contar con mayor información para conocer cuál fue su forma de vida”, sostuvo el especialista.
Finalmente, destacó que ésta es la primera ocasión que se localiza una tumba de tiro en esta zona, “posiblemente haya más depósitos funerarios, porque todo el valle de Colima tuvo una ocupación continua importante a partir de la fase Capacha (1500 a.C.) hasta la llegada de los españoles (1500 d.C.)”