Discurso del Diputado Nicolas Contreras

Ciudadano Gobernador Constitucional del Estado:
 
Ciudadano Presidente del Honorable Supremo Tribunal de Justicia del Estado:
 
Compañeras y compañeros diputados de nuestra Legislatura:
 
Distinguidas y distinguidos invitados especiales:
 
Apreciable auditorio:
 
Sean bienvenidos todos y todas ustedes a esta sesión solemne de aniversario. La representación popular se regocija con este acto de reconocimiento y homenaje a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
 
Cuando los congresistas constituyentes concluyeron su obra legislativa y abandonaron la ciudad de Santiago de Querétaro para retornar a sus lugares de origen, el 1° de febrero de 1917, nunca imaginaron que la Carta Magna que produjeron en los días memorables de diciembre de 1916 y enero de 1917, perduraría por una larga y fructífera centuria.
 
Hoy, en el marco de esta sesión solemne, estamos festejando ese acontecimiento trascendental para la vida institucional de la Nación y la historia de nuestro país, exactamente cien años después, también un 5 de febrero, en la fecha de la promulgación del documento jurídico más importante para el pueblo de México en las últimas diez décadas.
 
Varias generaciones de mexicanos posteriores a las de aquellos ilustres ciudadanos que dieron origen a la Constitución, nos damos cita esta mañana en el recinto legislativo: estamos aquí los titulares de los tres Poderes del Estado, Diputados, Magistrados, servidores públicos del Poder Ejecutivo así como de las dependencias y organismos federales con sede en la Entidad, representantes de universidades públicas y privadas, de agrupaciones de abogados y también destacadas personalidades de la cultura, la sociedad, el comercio y la industria, para conmemorar con dignidad, respeto y regocijo, el primer centenario de nuestra Constitución Política.
 
Este es el documento jurídico supremo más longevo de la historia de México y de Latinoamérica. Un ordenamiento que ha subsistido largamente por su vigor normativo, pertinencia social y congruencia política. Una norma que ha sabido encausar la vida institucional y el progreso material del pueblo mexicano. Una Constitución que sigue siendo vigente, dinámica, actuante, conforme a la cual se hacen efectivas y garantizan la seguridad jurídica de los habitantes y la defensa de sus derechos.
 
Como todas las producciones humanas, ésta no ha sido una obra perfecta ni inmutable. Ha tenido el talento de actualizar su contenido normativo al ritmo y profundidad que le imprimen las exigencias y transformaciones de la sociedad mexicana, pero permaneciendo intacta y vigorosa en los valores y principios que identifican a nuestra nación: federalismo, Estado laico, división de poderes, república representatividad y derechos humanos.
 
Entre esos principios fundamentales, destaca el de la educación laica y universal. Una educación que ha sido regida por el Estado, que ha desarrollado integralmente las facultades del ser humano y fomentado en él, el amor a la patria, así como la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia, sustentada en los resultados del progreso científico.
 
La aportación del artículo tercero constitucional en la formación de los mexicanos, ha sido incuestionable y trascendente.
 
Apreciable auditorio:
 
Llegamos a estos cien años con la conciencia clara de lo que ha significado la Constitución y de los acontecimientos que ahora enfrenta nuestro pueblo, como aquéllos que ha desafiado a lo largo de su existencia como nación independiente. Vale la pena, por ello, repasar esos acontecimientos, por la lección histórica que nos han producido.
 
Poco antes de mediados del siglo XIX, México enfrentó una guerra absurda e injusta que nos arrebató la mitad de nuestro territorio. Nuestros compatriotas de entonces, desunidos, enemistados, desintegrados, fueron presa fácil del imperio que surgía al norte de nuestra frontera.
 
Tan sólo diez años después, los mexicanos nos enfrentamos en una lucha fraticida interna que costo miles de vidas. Vulnerada, la patria cayó presa en los siguientes tres años, en 1863, de otro imperio europeo que, en sus afanes expansionistas, pretendió imponernos un príncipe soñador, iluso e incompetente. Estos conflictos bélicos fueron consecuencia de la división interna y de la falta de unión de nuestros compatriotas.
 
Seis decenios después, en 1914, un gobierno nacional ilegítimo e ineficaz, desligado de la unidad popular, provocó la intervención en Veracruz de ese imperio americano que volvía por sus fueros y que 60 años antes había enseñado el rostro de la vileza y la rapiña.
 
Hoy, como ayer, nuestro país enfrenta una nueva y arrolladora avalancha, sustentada en los exabruptos, necedades e intolerancias de un líder americano que pretende lesionar nuestra dignidad como pueblo y la soberanía de nuestra nación.
 
No caigamos nuevamente en los errores del pasado. Que esta nueva andanada no nos agarre divididos, enfrentados, desunidos.
 
Esta es la hora de la unidad nacional, colimenses, para enfrentar nuevos retos y nuevos mesías trasnochados. El valor del nacionalismo que contiene y desarrolla nuestra Carta Suprema, ese sentimiento genuino que ha permitido a nuestro pueblo superar las adversidades, debe ser la brújula y el blindaje que dirija nuestros pasos.
 
Digamos no a la construcción de muros divisorios. Manifestemos nuestro enérgico rechazo a la intransigencia y la desvergüenza de gobernantes extranjeros que amenazan y se burlan de México y de los mexicanos. Superemos nuestras diferencias domésticas, por ahora, para emprender de inmediato una jornada nacional en pro de la defensa de nuestra soberanía. Tenemos pleno derecho para salvaguardar lo que es nuestro: los connacionales allende de nuestras fronteras, nuestro comercio y nuestra propia seguridad nacional.
 
Esta es la hora, compatriotas, de coincidir en lo básico, de defender a la nación, no de dividirnos; es tiempo de consensar, no de discrepar; es la hora de organizarnos por México y la defensa de sus valores como nación libre, soberana y justa.
 
Los integrantes de esta Legislatura, señor Gobernador, como mexicanos leales, conscientes y patriotas, estamos del lado del pueblo de Colima y, con ese carácter y representatividad, estamos con usted en la defensa de nuestros valores, principios e independencia de nuestro país. Sea usted, por ello, el amable portador para expresarles a los titulares de las instituciones nacionales y, especialmente, al
 
Presidente de todos los mexicanos, que apoyamos y respaldamos todas las medidas encaminadas a salvaguardar esos principios y valores que nos identifican como pueblo.
 
No es ésta la hora de las dubitaciones, ni alberguemos duda alguna de que tenemos la razón. No distraigamos la mirada ni la atención. Aprendamos de la Historia. Ella es nuestra mejor consejera.
 
Esta es la hora, colimenses, para que sigamos trabajando por construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan derribar los muros de la exclusión y de la intolerancia.
 
Las disposiciones constitucionales constituyen el mejor instrumento para sostener esta lucha por lo nuestro. La Constitución será guía, faro y destino.
 
Volvamos la mirada hacia la Constitución. Cobijémonos en su contenido normativo. Vigoricemos el espíritu con sus fortalezas y enseñanzas.
 
Con el sustento normativo que nos brinda nuestra Carta Magna, con ella en la mano, con la razón de nuestro lado y el vigor reconfortante de nuestros valores nacionales, afiancemos en el contexto internacional, la defensa inquebrantable de México y de su destino.
 
Muchas gracias.