Helicópteros llevan alimentos y medicinas al devastado suroeste de Haití, pero casi una semana después del paso del huracán Matthew, la vida en la zona está lejos de recuperar la normalidad y la desesperación es cada vez mayor en las comunidades a las que todavía no ha llega la ayuda.
La electricidad sigue cortada, el agua y la comida escasean y funcionarios dicen que jóvenes de localidades al pie de la carretera que une las ciudades de Les Cayes y Jeremie, entre las más afectadas por el meteoro, levantan barricadas con piedras y ramas rotas para frenar las caravanas de vehículos que llevan suministros de emergencia.
“Ven como estos convoyes pasan con suministros y no se detienen. Tienen hambre y sed y algunos se están enfadando”, dijo Dony St. Germain, responsable de El Shaddai Ministries International.
Un convoy que llevaba alimentos, agua y medicamentos fue atacado por pistoleros en un valle remoto afectado por un importante deslave, apuntó Frednel Kedler, coordinador de la Agencia de Protección Civil en el departamento de Grand-Anse. Las autoridades intentarán llegar a las desesperadas comunidades al oeste de Jeremie el lunes, agregó.
En toda la península suroeste de Haití, los residentes limpian los escombros dejados por Matthew, que mató a cientos de personas, destruyó decenas de miles de casas, dejó al menos 350 mil personas con necesidad de asistencia y elevó el temor por un posible aumento del número de casos de cólera.
Guillaume Silvera, alto funcionario de la Agencia de Protección Civil en Grand-Anse, una región que sufrió de lleno el paso del huracán, dijo que solo en la provincia se conformaron 522 muertes – sin contar con las posibles víctimas en varias comunidades remotas que siguen aisladas por los problemas en carreteras y puentes.
Desde la sede nacional de la agencia en la capital, Puerto Príncipe, se dijo que el recuento oficial de fallecidos en el país era de 336 personas, entre ellas 191 de Grand-Anse.
En la comunidad costera de Port Salut, el profesor Joseph Jean Moren estaba en el porche de su vecino y señaló una pila de colchones, ropa y libros embarrados junto a los restos de unos cimientos de hormigón.
“Esa era mi casa”, dijo el maestro, de 43 años.
La casa estaba a unos 200 metros del mar la noche de la tormenta. Él, su esposa y sus seis hijos se fueron a la casa del vecino porque tenía una base más elevada. La marejada causada por la tormenta generó enormes olas de agua salada que barrieron su vivienda mientras el observó la situación durante horas.
Residentes en Port Salut y Les Cayes apuntaron el domingo habían recibido muy poca o ninguna ayuda. Además de alimentos y agua, necesitan ropa y sobre todo zapatos, porque muchos se han cortado en los pies o pisaron clavos viejos entre la vasta cantidad de escombros desperdigados por la zona.
“Lo perdí todo. ¿Ven lo que llevo puesto? Alguien me lo dio”, dijo Merlaine Chere en Port Salut mostrando una herida que se hizo tras pisar un clavo. La mujer dijo que no fue atendida en un hospital local porque le pidieron pagar 150 dólares, un dinero que no tiene.
La desesperación aumenta del mismo modo que las ayudas internacionales.
En Jeremie, una ciudad próxima al extremo de la península suroeste de Haití, en casi todas las calles puede oírse el sonido de los martillos mientras los residentes parchean los tejados de sus casas lo mejor que pueden.
En una esquina, Jameson Pierre mezclaba concreto para convertirlo en bloques. El joven, de 22 años y cuya familia está en un albergue de emergencia, ve el lado positivo de la tragedia.
“Habrá muchos puestos de trabajo ya que muchas casas fueron derribadas. Llevo trabajando tres días seguidos”, dijo apuntando que cobra alrededor de un dólar diario.
Los tres primeros aviones con ayuda humanitaria procedente de Estados Unidos, de los cinco que están previstos, aterrizaron en el aeropuerto de Puerto Príncipe. A bordo había 480 toneladas de suministros, incluyendo 20 mil kits higiénicos, 18 mil sets de utensilios para cocinar, 40 mil mantas y 500 rollos de plástico.
En la pista de aterrizaje de Jeremie no caben los grandes aviones de mercancías, por lo que la ayuda llega a la golpeada región en helicóptero. Tres de los nueve previstos llegaron a Jeremie el domingo con arroz y aceite para cocinar, entre otras cosas.
“Perdí todo lo que tenía en este huracán. Vengo para conseguir algo de ayuda”, dijo el agricultor de subsistencia Markus Bagard, uno de los casi 200 haitianos que esperaba en el exterior de la pista mientas observaba como se descargaban los helicópteros.
La preocupación sobre un aumento de los casos de cólera creció por las inundaciones generalizadas causadas por Matthew. El brote actual de la enfermedad se ha cobrado la vida de unas 10 mil personas y enfermó a 800 mil más desde 2010.
Maria Sofia Sanon, una trabajadora sanitaria que supervisa un centro de tratamiento del cólera al aire libre en una esquina del principal hospital de la ciudad, denunció que no tienen equipos suficientes para tratar a los enfermos. Las instalaciones estaban cubiertas de ramas rotas y un grupo de madres jóvenes sostenían los brazos de sus hijos mientras recibían hidratación por una vía.